Mensaje en la botella

Lo que todos sabíamos del coronavirus

Los tozudos datos dicen que tenemos que prepararnos no se sabe muy bien para qué

Todavía no me he encontrado a nadie en esta Córdoba nuestra que se muestre sorprendido por los mal llamados rebrotes del covid-19. Todos, absolutamente todos, con quienes he hablado de este asunto me dicen que era previsible, que solo era cuestión de tiempo que aparecieran nuevos casos, que las medidas aprobadas para la nueva normalidad eran un tanto laxas e incluso he departido con quienes vaticinan -fecha incluida- un nuevo confinamiento, tal vez por barrios, por distritos o por pueblos, pero confinamiento puro y duro. No creo que aquí en Córdoba seamos los más listos del mundo e imagino que estas mismas reflexiones las han hecho los ciudadanos de Málaga, Granada, Sevilla, Madrid o Pamplona. La pregunta es: si lo sabíamos, ¿por qué no lo evitamos entre todos?

En nuestra provincia hemos tenido un único positivo en más de dos semanas. Sin embargo, entre el viernes y el sábado hemos sumado siete más. Los brotes se suceden por toda España (16 de ellos en Andalucía), se restringen cada día más movimientos y hasta el presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno, ha tenido que admitir que a partir de la semana que viene será obligatorio el uso de mascarilla en la vía pública, algo casi inimaginable hace apenas 15 días. La propia Consejería de Salud y Familias, como cuenta hoy este periódico, recomienda que las alumnas y alumnos andaluces lleven protección (mascarilla) en las aulas y en los recreos. Es lo que hay y lo que nos espera. Lo peor es tener la misma sensación que a finales de febrero y principios de marzo, con el matiz de que ahora sabemos mucho más sobre el coronavirus.

Tal vez estamos exagerando, pero los tozudos datos nos dicen que no, que tenemos que prepararnos no se sabe muy para qué aunque sí conocemos de lo que es capaz esta pandemia. Reconozco que yo también soy de los que predije que esto podría pasar, que había cosas que no me estaban gustando y que palpaba cierta relajación en la sociedad en general y demasiada insensatez entre nuestros gobernantes. Los gestos importan y si quienes nos administran hablan y hablan con términos sin sentido como nueva normalidad, destinos seguros y demás, pues puede ocurrir lo que ya se vislumbra en algunos territorios y es una realidad en otros, como que el virus sigue ahí y que nosotros nos creemos tan superiores que pensamos que no nos tocará y que no pasa nada por incumplir de vez en cuando las recomendaciones de las autoridades.

Por ahora, las cosas no pintan tan bien como algunos presagiaban. No nos queda otra que volver a una conducta mucho más ejemplar, retomar esa concienciación que provocó el miedo de marzo y confiar en que nuestros gobernantes actúen -esta vez sí- con más previsión. Si la mascarilla es de uso obligatorio, vamos a cumplir todos, que de mascaradas ya estamos hartos.

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