La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Cuando ruge la 'turisbunta'

Deberíamos aprender todos de Charlton Heston: cuando ruge la marabunta nada puede hacerse

Mientras se considera una buena noticia que la entente turística entre Granada, Málaga, Córdoba y Sevilla nos haga ganar un 10% de pernoctaciones de turistas de larga distancia, acogiendo cada día 1.400 americanos, chinos, japoneses o rusos, la turismófoba Federación de Vecinos y Vecinas de Barcelona (subvencionada con 1,4 millones de euros por Colau) ha puesto en marcha una ridícula campaña para frenar la avalancha turística y defender "los derechos fundamentales de los vecinos a no ser expulsados de la ciudad o al descanso". Bajo el lema "Barcelona es un tesoro, ¡escóndelo!" se pretende convencer a los turistas de que guarden bajo secreto su estancia en la ciudad y no divulguen sus encantos para no atraer más visitantes.

Una campaña tonta además de inútil. Y susceptible de ser acusada de plagio por los capillitas sevillanos que desde hace años recomiendan medio en broma y medio en serio que no se escriba ni se pregone, ya sea en prosa o en verso, sobre los momentos más bellos y auténticos de la Semana Santa para que no se masifiquen. Esta asociación se lo ha tomado en serio y reparte folletos a los turistas pidiéndoles que guarden el secreto de lo que han visto como si fueran Jim Hawkins , el doctor Livesey y el caballero Trelawney tras descubrir el mapa que conduce a cierta isla.

Si luchar contra el turismo de masas es una empresa tonta por imposible (otra cosa es exigir a las autoridades que pongan límites a sus peores consecuencias), recomendar que se guarde el secreto del viaje en los tiempos de las redes sociales es estúpido. Ya no se regresa para contar el viaje: se transmite en directo. Y además no hay nada que contar: los rincones o bares más ocultos figuran en los listados de recomendaciones y valoraciones. La rueda de calentitos que sirve de reclamo al bar Comercio de la calle Lineros es tan fotografiada, sobre todo por orientales, como la Giralda.

Deberíamos aprender todos de Charlton Heston: cuando ruge la marabunta nada puede hacerse. Y cuando lo hace la turisbunta, tampoco. Además de que necesitamos el dinero que genera, no se puede poner límite al libre desplazamiento de las personas. Al parecer, ni tan siquiera se puede o quiere limitar la proliferación de pisos turísticos, hoteles, bares, veladores y tiendas para turistas que expulsan a los vecinos, extinguen el comercio de proximidad y vacían de vida barrios enteros cuando ruge la turisbunta.

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