Gira la rueda del verano, danzan su oscura y milenaria danza las constelaciones, pero los arúspices del Gobierno no parecen dar con una fórmula adecuada para sortear a la oposición y perpetuar el inquilinato en La Moncloa. Es fama que Torres Villarroel, Gran Piscator de Salamanca, pronosticó la caída de la corona francesa mucho antes de que Robespierre convirtiera el Terror en una ominosa costumbre administrativa. Hoy los augures, sin embargo, confían más en la estadística y los estudios de mercado, de modo que la lectura de los astros se ha quedado para los nostálgicos y los enamorados, y no es posible saber, mirando la limpia oscuridad de Julio, cuáles son las intenciones del presidente Sánchez, y si llegaremos a noviembre sin Gobierno alguno.

Desde luego, es mala señal que IU quiera cambiarse las siglas, e incluso el partido, antes de conocer en qué quedará todo este frenesí estéril, donde quien arde, como en un amor no correspondido, es el partido menguante de don Pablo Iglesias. Don Pedro Sánchez ya advirtió desde el inicio que quería gobernar en solitario. Y es probable que el señor Iglesias considerara esta declaración como una mera argucia retórica, pensada para negociar a la holandesa, o sea, a la baja. Sin embargo, don Pedro, al modo lorquiano (Asesinado por el cielo. / Entre las formas que van hacia la sierpe,/ y las formas que buscan el cristal, / dejaré crecer mis cabellos),sin embargo, don Pedro, repito, parece moverse entre la necesidad de apoyarse en don Pablo y la oscura apetencia de fulminarlo, de manera que hoy se halla más cerca de lo segundo que de lo primero, sin que veamos, por otra parte, qué gana don Pedro en esta dilatadísima negociación, donde lo que se negocia, a ratos, es la propia concepción de España como una democracia moderna, y no como una aciaga tiranía, según se piensa entre la muchedumbre alzada del nordeste.

Quiere esto decir que el señor Sánchez deja crecer sus cabellos ante la imposibilidad de gobernar, pero arrellanado en el puente de mando. La situación es tan confusa, y acaso tan dramática, que ni siquiera la reacción cantonalista se ha pronunciado, como suele, reclamando gabelas y privilegios. Por otro lado, el propio señor Rufián es hoy un simpático interlocutor, deplorado por los suyos. De modo que cabe preguntarse, legítimamente, qué fuego trae dentro de sí este verano frío. Y si esta aparente calma es fruto de la previsión o hija de la incertidumbre, el estupor y el miedo.

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