Abordar el asunto de nuestro sitio en el mundo es excesivamente pretencioso, demasiado complejo y profundo. Me siento del todo incapaz. Reflexionar sobre dónde estamos, dónde deberíamos estar, qué estamos haciendo, si estamos en nuestro lugar o nuestro camino, si nos sentimos desubicados, si esto es lo que debemos hacer, me parece excesivamente trascendente para plantearlo desde aquí. Me moveré en algo más fácil, más frívolo si quieren. Sólo les invito a pensar y elegir su rincón favorito en el mundo. Les invito a cerrar los ojos y jugar a descubrir dónde les gustaría verse. En función de su perfil, habrá muchos que tengan varias opciones, otros muchos a los que todo esto les parezca una soberana tontería y otros que tengan claro el enclave donde se visualizan. ¡Bravo por todos! Todos llevan razón. Para los de la primera opción, les reconoceré el entusiasmo que me generan aquellos que, desde la indecisión o las mil posibilidades, son incapaces de concretar y elegir un solo rincón, porque tienen mil opciones, imágenes y experiencias que los sitúan en distintos lugares del mundo, que son capaces de verse en muchos sitios y ellos les evocan un estado de placer. A los que les parece una tontería, también mi reconocimiento porque puede que lleven razón.

Pero me dirijo a aquellos que tienen claro su rincón. Ese lugar, ese paraje al que siempre tornan, al que siempre les apetece volver. Cuando nos supera el estrés, cuando los cuarenta de esta Córdoba nuestra hacen su efecto sobre nosotros, cuando no llegamos en plazo ni en hora, cuando la morriña se apodera de nosotros. Les hablo de su huida perfecta, la escapada ideal.

En ese punto, para mí, tienen un gran peso los legados. Esos que nos han dejado nuestros mayores, desde el pueblo de los abuelos, aquella excursión infantil, aquellos veraneos eternos o aquel viaje emocionante. Legados materializados en rincones. Me gusta pensar que esos descubrimientos también se los dejaremos a otros, que volverán, los harán suyos y seguirán viajando y recorriendo mundo para encontrar su lugar ideal. A todos nos quedan millones de sitios que descubrir, tanto por viajar, nuevos destinos que explorar, rincones por conquistar. Pero existen esos lugares en los que cuando aterrizamos, cuando nos apeamos, cuando aparcamos e inspiramos, ofrecen esa certeza. ¡Hemos llegado! Aquí, sí. Éste es. Porque siempre nos sienta bien, porque no nos cansamos, porque en cada estancia lo exprimimos, porque nos gusta recorrerlo, retrotraernos a otras visitas, porque lo sentimos nuestro. Porque encontramos nuestro rincón, o tal vez, él nos encontró a nosotros.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios