Crónicas Levantiscas

Juan Manuel Marqués Perales

jmmarques@diariodecadiz.com

El rey perdido

Cumplió 79 años fuera de los focos y hoy no estará con su hijo en la Pascua Militar; cuando abdicó lo hizo de verdad

Tal día como hoy, pero de hace tres años, el rey Juan Carlos leía el que fuera uno de los discursos más trascendentales para su vida política, no por el contenido -intrascendente por lo demás-, sino porque se enfrentó a ello como el monarca que al fin comprueba cuál es su estado real ante un espejo no trucado. Seis de enero, día de la Pascual Militar, 2014, el viejo rey balbuceó, se perdió entre líneas y se enfadó mientras su equipo protector trataba de explicar que la desorientación se debió al reflejo de un foco sobre el papel, cuando en realidad, y eso lo supimos después, Juan Carlos I se empeñó en apurar unas vacaciones fuera de España que terminaron en un vuelo complicado y en un cansancio añadido insuperable. No le hubiese pasado con cincuenta años. Ni con sesenta.

Don Juan Carlos cumplió ayer 79 años, no hubo fotos con los suyos y tampoco se le espera hoy con su hijo en la Pascua militar. Los últimos cumpleaños los celebró con sus amistades en California. Cuando abdicó en junio de 2014 lo hizo de verdad, se desprendió de su vestimenta institucional y le entregó la toga a su hijo con todas las consecuencias. Nieto de un rey exiliado e hijo de otro que no llegó a ejercer, el niño que fue entregado a la España más gris de los años cuarenta se ha liberado en tres ocasiones de su propia biografía. El 20 de noviembre de 1975, cuando Franco murió; el 23 de febrero de 1981, cuando rompió con quienes deseaban poner la Transición en el punto de partida, y el 2 de junio de 2014, cuando abdicó. Su imagen pública no ha ganado mucho desde entonces, es más, ha venido perdiendo y aún caerá más cuando se publiquen las primeras biografías no comprometidas con el proceso de normalización democrática. Don Juan Carlos cayó, al final, preso de ese mismo consenso que quiso protegerlo de aquellos a quienes no gustaba cómo se desarrollaba la Transición. Fue un rey excepcional para un momento no menos excepcional.

Pero esta salida del escenario público -hoy parece casi una escapada- subraya aún más su inteligencia política, dejó la institución para que la institución se salvase en unos momentos en los que se tenía que salvar por sí misma, aunque ahora sea el cometido de otros. Habría que ser muy español, ibérico de bellota, para criticar al rey Juan Carlos por haberse quitado de escena cuando hoy estaríamos deleitándonos con el jugo de las conspiraciones si hubiese permanecido en su sitio. Qué juego de tronos nos hemos perdido.

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