Palabra en el tiempo

Alejandro V. García

El retablo

EL caso Bárcenas está tomando unos tintes sagrados interesantes. ¡Quién sabe, igual el tesorero del PP multiplicó su patrimonio en el curso de una de aquellas experiencias hierofánicas que aprendimos en los libros de Mircea Eliade! Primero el propio Luis Bárcenas, en una entrevista en el diario Abc, recurre a los libros sagrados para demostrar la exactitud contable de las cuentas de su partido: "Puedo poner la mano en la Biblia de que la financiación se ha llevado de libro". Poco después, alarmada por los papeles secretos que el tesorero dice que tiene guardados y que comprometen a los numerosos dirigentes que han desfilado por el partido durante los últimos veinte o treinta años, Esperanza Aguirre replicó: "Le pido de rodillas al señor Bárcenas que toda la información que tenga sobre mí la haga pública cuanto antes y además, con mucha claridad y con mucha precisión".

A medida que crecen las sospechas las formas adquieren solemnidad. Aguirre prosternada y Bárcenas en actitud de prestar juramento sobre la palabra de Dios. Ambos reclamando, en cierto modo, una especie de juicio superior que, en buena lid, y a falta de persona con más autoridad terrenal, debería dictar el presidente del partido, Mariano Rajoy, por su lado, continúa dejando hacer, mientras le germinan, como se suele decir, los enanos fratricidas a sus pies.

La trayectoria que está tomando el caso es cada vez más esquinada y promisoria, e insinúa descubrimientos que por ahora duermen en las cloacas. Si era complicado no establecer una relación entre las actividades de Bárcenas y la financiación del partido, las amenazas que va dejando caer el tesorero para acallar a quienes reclaman su dimisión agrandan la sospecha. Dicen que el tesorero se va lamentado por las esquinas de Génova de que sus compañeros lo tratan peor que a Francisco Camps que, en un rapto no menos extraordinario de fe en la inmortalidad, ha preconizado que en 2011 continuará presidiendo la Generalitat valenciana. ¡Gentes de fe! ¿Quién sabe dónde estará mañana?

La ominosa sombra que proyectan unos y otros está oscureciendo cada vez más a Rajoy. La facción enemiga le restriega a Bárcenas cada día en el rostro como si fuera un estropajo de esparto, y su resistencia es, al mismo tiempo, confianza en el amigo tesorero y resistencia contra las huestes de Aguirre. Rajoy corre el riesgo con su silencio de ser arrastrado a los infiernos por Bárcenas y Camps y a los ergástulos del partido por la facción rival.

Así, mientras Esperanza Aguirre musita de hinojos y Bárcenas jura sobre la Biblia, alguien eleva la cruz para mortificar a Rajoy. El retablo está completo.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios