Las expresiones de moda son en muchas ocasiones tan exasperantes como huecas. Por suerte tienen la vigencia de la moda, que por definición es pasajera, aunque algunas logran establecerse en el habla común y hasta buscarse un lugar en el diccionario. Transversal es la campeona del quinquenio entre la farfolla de lo políticamente correcto. Hay otra que no le anda a la zaga. Consiste en tomar el nombre de la literatura en vano y llamar relato no a lo que es -una narración escrita, por lo general breve-, sino a una propuesta ideológica o una versión de los acontecimientos. Miren lo que dice por ejemplo Carolina Bescansa, de Podemos, un partido que borda el universo del neologismo de pompa y circunstancia: "La construcción del relato de Podemos como un enfrentamiento entre dos compañeros no suma". Leo una disertación sobre el Éxito y colapso del relato indepe, y el plumilla adquiere sólo por el título un color de politólogo. En su búsqueda de la definición, el presidente Sánchez también nos endilgó más de un momento relato e instaba a toda la clase política a "extender el relato de la democracia para que nadie reescriba la historia de la lucha contra ETA". Evitémonos interpretarlo; no se atreve uno, con lo maciza -y hueca- que le quedó la propuesta, pero sí hagamos notar que lo del relato para reescribir la historia es todo un clásico: qué verdad es que quien gana y quien ostenta, o detenta, el poder suele reescribir el pasado a su conveniencia, y se inventa el pasado o lo reinterpreta. Y acaba creyéndose sus propias mentiras. Lo llaman mitomanía.

Y es que el relato puede tener mucho de trola, si no todo. Nos quedaremos sin saber qué hay de verdad detrás de la destitución de Lopetegui a dos días del comienzo del Mundial. Y escucharemos el relato de Florentino Pérez con una tremenda sospecha de que su relato es un cuento, por muy indignado que lo narre: ya saben, la mejor defensa es un ataque. Y nos quedamos perplejos cuando no paramos de oír y leer el relato oficial del barco de migrantes que cruza el Mediterráneo para atracar en Valencia, cuando hemos sabido que sólo en la provincia de Granada, sin megáfono, se ha acogido en este año cuatro veces más personas que las que vienen en el SOS Mediterranée. Porque el del barco es un relato dirigido a presentar en la sociedad comunitaria e internacional al recién investido presidente. Si no todos, muchos relatos -en esta acepción- son una trola, o van preñados de intenciones subliminales. Ficción en el fondo, como buenos relatos.

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