La esquina

José Aguilar

jaguilar@grupojoly.com

La reinvención de Pablo

Se cargó a Errejón porque le disputaba el poder, pero está llevando a Podemos a ser justo lo que Errejón proponía

La trayectoria de Pablo Iglesias en dirección al ansiado poder es de vértigo. En cinco años mal contados ha pasado de la utopía del asalto a los cielos a la estrecha colaboración con una socialdemocracia que no persigue la superación del capitalismo, sino el alivio de sus daños y aristas más agudos. En dos años y medio ha sustituido la exigencia de 96.000 millones de euros de gasto social -más medio Gobierno para Podemos, y él mismo como vicepresidente- por su apoyo a un presupuesto modosito con unos cuantos miles de millones para ayudar a "la gente" y sin asomo alguno de desafío a la Europa del austericidio (¿Se acuerdan de aquel "¡Aguanta, Alexis, que ya llegamos!" con el que jaleaba al griego Tsipras para que no pagara las deudas?). En unos meses ha cambiado el aviso a Pedro Sánchez de que le esperaba un calvario tras ganar la moción de censura a ayudarle, cual misericordioso Simón Cirineo, a llevar la cruz que con tanto desparpajo y autocomplacencia arrastra el presidente.

Todo este salto, no en el vacío precisamente, viene marcado por una paradoja sólo aparente: se cargó a Íñigo Errejón porque defendía un Podemos posibilista, reformista y orientado hacia el pacto con los socialistas y él está imponiendo un Podemos posibilista y reformista al máximo, plenamente integrado en el sistema y aliado del PSOE desde una posición subalterna que se intenta disimular con gestos de distracción para la militancia (despenalización de las injurias a la Corona, declaración contra el Rey en el Parlamento de Cataluña).

Digo paradoja aparente porque lo que de veras perdió a Errejón, y a Bescansa y otros, fue que disputaron el poder a Pablo Iglesias. Lo único con lo que el camaleónico Iglesias no está dispuesto a transigir. Lo único que explica que haya cambiado en un rato su política económica, su visión de la Unión Europea, sus alianzas, su relación con el PSOE, su opinión sobre Pedro Sánchez... Ya no se nombra a sí mismo vicepresidente del Gobierno, sino que se considera Vicepresidente -con mayúsculas- a la sombra, que es como mejor se manda, y se va a la cárcel a convencer a Oriol Junqueras para que apoye los presupuestos porque siempre le irá mejor con un gobierno de Sánchez que con uno de PP-Ciudadanos. Y porque así abriría paso a un tripartito ERC-PSC-Podemos en la Generalitat, liberado ya del incordiante Puigdemont.

No es el puto amo, pero trabaja bien para serlo. Y Sánchez le ayuda. Objetivamente.

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