No tengas miedo. Respeto y precaución, sí. Pero no miedo. Aunque no sepamos con certeza qué espera al doblar la esquina de este nuevo lunes, no cruzaremos el espacio exterior desconocido. Como cada lunes, cuando abres la semana, solo que este lunes parece, por fin, de nuevo lunes. Desde que comenzó la crisis de nuestras vidas, he dedicado esta columna a contar historias de un confinamiento colectivo que he vivido, como todos, en primera persona.

Además de estos párrafos enlazados por la idea general de vivir como ahora vivimos, soportando la incertidumbre como regla general, la improvisación como castigo adicional y gratuito, la sobreinformación y la contrainformación como sucedáneo y sustitutivo de la noticia, el bulo como termómetro de la manipulación y la ignorancia y las palabras nuevas de los gobernantes vanidosos -y prescindibles- que alimentan su ego con nuestra paciencia, he escrito el relleno de tres libretas completas (día tras día) para no olvidar lo que he aprendido: que puedo trabajar distinto y relacionarme de otra forma, que elogiar el acierto no es seguidismo ni criticar el error es deslealtad, que emocionarse al aplaudir nos agranda, que lo urgente y lo importante hay que hacerlo al mismo tiempo y se necesita más cabeza y menos ruido para acometerlo, que requerimos menos tontería y mucha más verdad. Y que las cosas son como son, no como queremos que sean. En ese escenario hay que pelear para conquistar la felicidad, a pesar de todo, incluso de nosotros mismos, con la única receta posible: compromiso y esfuerzo individual para sumarlo al de otros muchos y hacer que esto ande.

Hace dos meses dejamos perplejos un país. Hoy sabemos más, aunque no demasiado. Se levanta un poco la veda, pero el virus que provocó la reacción inédita de escondernos no ha desaparecido. Sigue ahí, ataca igual. Solo ha tenido menos carne para morder. Quedarnos ha permitido aliviar el contagio, pero no lo hemos erradicado y tardaremos en hacerlo. Volver volvemos, pero para sostener con cuidado lo que no se ha caído e impedir que el destrozo sea irrecuperable.

Haremos bien en ser conscientes de que nuestro regreso viaja sobre el titánico impulso que nos dieron quienes no vuelven hoy porque no se fueron nunca y afrontaron por nosotros lo peor de la tempestad. Les debemos gratitud infinita. Y haremos bien en modular nuestra sonrisa aliviada con la memoria de los que no volverán, porque se los llevó el virus, sabiendo que habrá más todavía que nos falten. Treinta mil razones exigen sustituirles con lo mejor de nosotros. Entonces, con gratitud y memoria, haremos un país más digno.

Lunes, 11 de mayo de 2020. La alarma continúa, pero el camino recomienza. Todo lo que vivimos tiene un propósito. Depende de cada uno encontrarlo y darle sentido. Con toda la prudencia del mundo, pero sin ninguna excusa. Volver. Hacer. Reaccionar.

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