La esquina

Más recursos y menos tonterías

ES justo y necesario que la descentralización del poder llegue hasta sus últimas consecuencias y que antes que nada se alivie la situación de asfixia financiera que padecen endémicamente los ayuntamientos. Eso sólo puede venir de la mano de una nueva redistribución de los recursos públicos, en beneficio de los municipios y en consiguiente perjuicio de la Administración central, que se resiste a enflaquecer, y de las Administraciones autonómicas, que no paran de engordar.

Asentado lo cual, añado inmediatamente: también es justo y necesario que los ayuntamientos dejen de hacer tonterías, entendiendo por tonterías la dilapidación de los bienes públicos en aras de una liquidez condenada a esfumarse, el sometimiento a un modelo económico de resultados a corto plazo y futuro oscuro, el endeudamiento sin ton ni son, los proyectos faraónicos con más brillo que atención a las necesidades ciudadanas y la inflación de personal contratado durante las coyunturas de bonanza que pesa como una losa cuando llega la crisis.

Ciertamente, alcaldes y concejales se ven obligados a algo que otros cargos públicos procuran, con éxito, eludir: dar la cara ante vecinos con los que se cruzan todos los días y a los que se les ha inculcado la idea de que el ayuntamiento es la casa de todos, la administración más cercana, la que mejor conoce sus problemas y reivindicaciones y en mejores condiciones está para darles respuesta. También ocurre que Gobierno y Junta no dejan de aprobar leyes y normas con nuevos derechos sociales y prestaciones públicas... que han de afrontar los ayuntamientos, y no siempre -mejor dicho, casi nunca- les transfieren los medios materiales y humanos que se precisarían.

Pero nada de eso justifica que, por ejemplo, los municipios andaluces hayan incrementado su personal en un 45% en los seis años que van de 2001 a 2007, como avanzó este periódico días atrás (curiosamente, el aumento fue del 12% en el año y medio anterior a las elecciones municipales: por algo será). O que haya tantas televisiones y radios municipales, incluso en pueblos en los que la información se transmite oralmente sin dificultad y llega hasta el último rincón, lo que descubre el carácter puramente propagandístico de esos medios que tanto cuestan. O que los alcaldes se embarquen en realizaciones megalómanas, sociedades y organismos innecesarios, locales destinados a morirse de risa por falta de demanda social, festejos basados en tradiciones inexistentes en los que se derrochan los dineros que escasean para menesteres más acuciantes...

Los ayuntamientos necesitan un nuevo sistema de financiación, y los ciudadanos necesitan el compromiso de los ayuntamientos de que lo emplearán correctamente.

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