Crisis sanitaria, crisis económica, social, moral e ideológica. Parece que no andamos en la mejor racha, que no son tiempos fáciles, parece también que las preocupaciones, la incertidumbre y hasta el miedo se han convertido en sensaciones cuasi unánimes. Parece por el contrario que lo de la solidaridad, la empatía y la unificación de prioridades, aún puede esperar algo más y no estamos dispuestos a ponerlos de momento, ni tan siquiera en este momento, en marcha.

Los esporádicos -y cada vez más insólitos- guiños condescendientes con la clase política por el difícil y excepcional momento que les ha tocado gestionar, se desvanecen ante las trifulcas partidistas que se mantienen intactas, pese a las dramáticas realidades sociales que se suceden desde hace tantos meses. Los datos, los muertos, el paro, el PIB y los presupuestos.

Que todo ello y por separado, a cualquiera nos harían dejar milongas secundarias, desprendernos de prejuicios y aunar esfuerzos en la misma dirección, que esto se va al garete, sensación también unánime ésta. Sin embargo, parece que para aquellos, que para los políticos aún, cada traspiés desde enfrente supone carrerilla para el adversario y así seguimos aún en medio de todo esto.

En paralelo a aquellos inusuales guiños, la desidia general se va imponiendo algo más cada día. O así vengo percibiéndolo yo. Que ya nadie levanta la voz ni se parte el pecho por los suyos, que los afines meten la pata, que los unos se equivocan, que los otros lo aprovechan, que los contrarios son tanto o más deleznables. Que ya pocos intentan convencer a otros de nada. Que han muerto las discusiones políticas apasionadas.

Supongo que, como los noviazgos, la ideología también entra en crisis, nos cuestionamos, los cuestionamos y necesitamos abordar -si es que nos merece la pena- una tarea de reconquista. Ya saben, un resurgir de la pasión, un volver a hacer presentes aquellos mensajes y políticas que un día nos atrajeron, nos conquistaron, nos sedujeron. Será que esto de las ideas y las afinidades políticas también habrá que mirárselo y si nos sigue convenciendo, renovarlo. De momento, la falta de referentes, de liderazgo, de ideas y soluciones, la ausencia de proyectos y de hojas de ruta, nos llevan a la frialdad y a la desgana por postura. Porque en esta era de tweets por ideas -y de whatsapp por abrazos- el esfuerzo está centrado en viralizar eslóganes, no tanto en contagiar entusiasmo y confianza, como viralizar. Que faltan proyectos reales, capaces de reconquistar.

Tiempos difíciles, tremendamente difíciles, escasos de posturas ejemplares que nos convenzan, escasos de posibilidades de volvernos a ilusionar. No desfallezcamos, los abrazos también regresarán.

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