Rafalete

la Gloria De / san Agustín

De rebajas

COMO la cosa está tan achuchada, tanto, que yo no he visto una cosa igual en mi vida, Soraya y yo quedamos en regalarnos algo, pero baratillo, y cuando llegaran las rebajas, que nos somos ya unos niños y por esperar unos días no nos iba a pasar nada, ni mucho menos. Además, en estas cosas, y como se suele decir, lo que cuenta es la intención.

Lo que no quería que me pasara estos Reyes es lo de otros años, que aparecía Soraya con su regalo y yo me quedaba con cara de tonto, que no había pedido nada para ella, así que hablé con ella a principios de Navidad para dejarlo todo bien clarito, porque hablando se entiende la gente, y más entre amigos. Porque aunque nos regalemos y esas cosas Soraya y yo seguimos siendo amigos y nada más, aunque haya gente que piense que estamos ennoviados. Nada de nada, lo que yo les diga. Yo, durante un tiempo, y ustedes lo saben bien, estaba más que empeñado en que fuéramos algo más, que yo creía que ya iba siendo hora de que tuviera novia y sentar la cabeza y todas esas cosas que se dicen. Tampoco me he vuelto yo tan loco como para tener que sentar la cabeza, que yo creo que poco me he salido del tiesto, que siempre he llevado una vida más o menos arregladita, que yo no he sido un hombre de escándalos y de cosas raras. Es lo que me faltaba, darle disgustos a mi hermana, que me tiene acogido en su casa y eso se lo tendré que agradecer toda la vida, que no todo el mundo está dispuesto a una cosa así. Y también le tengo que dar las gracias a mi cuñado, que si fuera un vinagre estaría todo el tiempo pinchándole a mi hermana, que de todo hay en esta vida.

A lo que iba, el día que empezaron las rebajas me metí en esa tienda del centro a donde va la chavalería a comprar sus zamarrillas, y vaya tela lo que me encontré allí, que parecía aquello la Feria un sábado por la noche, vaya bulla más grande, pero tela marinera, menuda locura. Imagínenme a mí en la sección de mujer, más perdido que un caracol en la vela de un barco, que no sabía para donde mirar y con más vergüenza que otra cosa, vaya rato más malo. Menos mal que al final encontré un pañuelo muy baratito que le compré. Y le ha gustado, o lo ha disimulado muy bien, cualquiera sabe. Soraya me ha regalado una navaja de las suizas, de esas que tienen un montón de cosas, que me va a hacer el apaño la mar de bien, la puñetera lo lista que es. Pues echamos una buena tarde el viernes, que hasta estrenó el pañuelo dándonos un paseo de esos que tanto nos gustan a nosotros. Que como la cosa siga así, a eso nos vamos a dedicar todos, a pasear, que de momento no cuesta, aunque tampoco lo digamos muy alto.

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