Que las cifras de desempleo que arrastra Córdoba son preocupantes es algo que se viene corroborando cada mes en las estadísticas del Gobierno y trimestralmente en la Encuesta de Población Activa (EPA). Este último estudio es el que ha servido precisamente para la elaboración de un informe en el que se pone de manifiesto que nuestra provincia cuenta con más de 20.000 parados crónicos, es decir, que llevan ya cuatro años sin posibilidad alguna de trabajar. En un contexto en el que se viene hablando desde hace algún tiempo de recuperación, de mejora general de la economía y de repunte del empleo, sorprende que se alcancen estos niveles de precarización, una situación que es extensible, por desgracia, a la mayoría de provincias andaluzas.

El análisis, realizado por el sindicato Comisiones Obreras, refleja además una realidad que nos viene pesando como una losa desde hace tiempo, como es que la mayoría de esos desempleados crónicos son mujeres, sin olvidar tampoco a los jóvenes y a la población en edad de trabajar que supera los 50 años. Al final, el resultado es que la dichosa crisis de la que llevamos ya hablando más de una década se ha enquistado en muchos hogares cordobeses, demasiados, y que la sensación es que bien poco estamos haciendo todos para revertir la situación. Según se mire a la izquierda o la derecha, se habla de la necesidad de planes de empleo, de mejoras en las ayudas sociales, de incentivos a las empresas y un sinfín de medidas que, todas juntas, igual podrían servir para algo. No lo dudo, pero mientras llegan o no, la realidad de esas miles de personas continúa siendo muy complicada y, lo que es peor, desesperante para ellos y vergonzosa para el resto de la sociedad.

Desconozco la fórmula mágica para cambiar las cosas, pero la experiencia de los últimos años nos debería llevar a analizar de manera más concienzuda nuestro sistema productivo. En una tierra de servicios, con el turismo como uno de los motores al que nos hemos agarrado junto con la agricultura y la agroindustria, vemos que son sectores en los que la estabilidad en el empleo brilla por su ausencia. La consecuencia es la temporalidad y salarios que dejan mucho que desear.

Así las cosas, los expertos coinciden en que ese ansiado equilibrio en el empleo pasa necesariamente por reforzar -en el caso de Córdoba sería ponerlo en marcha- la industria. He perdido ya la cuenta del número de foros en los que he escuchado por parte de todos los agentes sociales de la provincia la necesidad de un plan de industrialización para Córdoba, un plan del que todos hablan pero que nadie ha visto, como si de un fantasma se tratara. Y lo cierto es que produce hasta bochorno que se recurra a esa propuesta una y mil veces sin que nadie mueva un dedo. Tenemos más de 20.000 razones para tratar ponernos manos a la obra.

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