Enrique Gª-Máiquez

La primera piedra

Su propio afán

Acusar y perseguir a quien ha hecho más o menos lo mismo que tú da vergüenza ajena y multiplica el escándalo

14 de septiembre 2018 - 02:34

Entiendo, naturalmente, el escándalo por los másteres teledirigidos y por las tesis de copia y pega. Desvirtúan la universidad, convirtiéndola en un paripé y perjudicando gravemente a los estudiantes que se dejan la piel. Con todo, uno es dueño de sus escándalos y a mí me da mucha más pena tanta oportunidad perdida por todos estos falsos académicos de profundizar un poco en sus estudios, que es algo que, con todos los títulos que quieran, termina notándoseles a simple vista.

E indigna todavía más la caradura. Esa capacidad de acusar a otros de lo que tú sabes que, más o menos, has hecho igual. Qué listo estuvo Jesucristo con lo de la primera piedra, ¿verdad? En esto hay que reconocer que Pablo Casado se está comportando al menos con una buena dosis de vergüenza torera y no se pone a hacer sangre con los currículums de los demás. "¡Sólo faltaría…!", pensará, con razón, alguno, pero el corazón partidista tiene razones que la razón no entiende, y los mismos que escondían un esqueleto en su carpeta de títulos universitarios, uno o dos o tres, se han llenado la boca exigiendo dimisiones a los demás, todos contra todos por lo mismo.

Exigiéndoselas a los demás y aceptando impertérritos la dimisión de los propios. Segundos antes de que la tesis de Sánchez saltase a la primera plana, Montón le estaba dimitiendo por los plagios en su trabajo de fin de máster bajo el silencio aquiescente de su líder. En casos como éste, uno recuerda a Margaret Thatcher dando un paso adelante para defender a sus policías diciendo: "Fui yo la que apretó el gatillo, y qué". Si Sánchez sabía que tenía esa tesis de espita retardada (y lo sabía pues bien que ha intentado ocultarla), tendría que haber tratado de cortar toda la arqueología curricular de estos últimos meses, con la consigna de borrón y cuenta nueva y que un aprobado en la universidad hacía prescribir los atajos y amaños.

Por supuesto, eso era muy difícil de vender en este ambiente de puritanismo que han montado, pero hubiese sido más inteligente, con la venda puesta antes de la herida segura, y, sobre todo, más caballeroso. Acusar y perseguir a quien ha hecho más o menos lo mismo que tú da vergüenza ajena y multiplica el escándalo. Aplaudir "el gesto valiente que la honra" de la dimisión de tu ministra por la misma razón por la que tú braceas para no caer también resulta feísimo. Mal está ser un plagiario, pero ser patán está peor.

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