Cosas que pasan

Ricardo Castillejo / Rcastillejo@grupojoly.com

Una previsible decisión

QUIEN avisa, no es traidor. Mira Isabel, que te lo estaba advirtiendo Juan de Dios Franco, el promotor que había puesto en marcha tu concierto del próximo sábado en El Rocío: "Necesito que me eches una mano con la promoción", te pedía tu compadre para darle un empujoncito a las más de seis mil entradas puestas a la venta. Nada. La callada por respuesta y, en mi caso concreto, una prometida entrevista, que tú misma apalabraste conmigo, y de la que, como en los cuentos, nunca más se supo.

Al final, habiendo tan sólo despertado el interés de quinientas localidades -pocas para pagar un caché de ochenta mil euros-, es lógico que Acevedo de Espectáculos, nombre de la empresa organizadora, haya decidido, a través de un burofax enviado la oficina de la artista (Pantomar) el lunes pasado, suspender una gala que no sólo conmemoraba el cincuenta y dos cumpleaños de la artista, sino que, para más Inri, coincidiendo con la puesta en escena que hizo en la localidad sevillana de Benacazón -el pasado mes de Mayo-, había partido de ella misma. "Si se celebrara, sería la actuación más importante de mi vida", comentaría entonces "la" Pantoja ante la posibilidad de cantarle a la Blanca Paloma.

Juan de Dios negoció con el Ayuntamiento de Almonte, movió cielo y tierra para satisfacer la ilusión de la tonadillera y, a pesar de tan titánico esfuerzo, ninguno de los "olés" de la Salve Rociera sonarán pasado mañana, tal y como acredita el documento que ha llegado a mis manos, en tan bucólico paisaje. "Nos vemos obligados a comunicarles nuestra decisión de no hacer efectivo este evento, puesto que no encontramos otra solución del mismo", aclara el referido escrito donde, aparte, se señala la inmediata devolución del dinero recaudado al reducido grupo de fans que se había interesado por la cita.

Me consta que, todo lo que hoy aquí les relato, no va a ser plato de gusto de Isabel Pantoja y su círculo y, sinceramente, lo lamento. Tómenlo los afectados como palabras sordas, que siempre parecerán menos graves para quienes se consideren oídos necios.

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