La preparación del futuro (2)

Hay demasiados expertos que piensan que, tras otra extinción, no tiene por qué seguir la especie humana

Si más o menos al mismo tiempo o sucesivamente, que ese es un tema que ofrece aristas cronológicas, es obvio que han sido varias las especies de homínidos que nos han precedido, quedándonos al fin solos como tales, tras la desaparición, hace unos 40.000 años, de nuestros hermanos los neandertales. Ya se ha sugerido en esta página que, tras homo habilis, homo erectus y toda la relación de estas especies antecesoras y anteriores, no hay ninguna razón objetiva, ni teórica ni práctica, ni poética ni científica, que permita asegurar válidamente que Cromañón (es decir, nosotros, por muy desarrollados que podamos considerarnos) haya de poner punto final a la vida superior en la Tierra, que nosotros seamos sus últimos moradores inteligentes y que con el fin de nuestra especie se cierre el ciclo de la evolución universal, además, si añadimos magnitudes tan cósmicas y tan reales como, por ejemplo, los cinco mil millones que aún le quedan al Sol para consumir toda su energía. Ni somos tan importantes ni tan portentosos para tan inmensa tarea, siendo a su vez el Sol lo que es en el universo.

Si se acepta este postulado teórico, las preguntas que surgen de manera lógica son, si es que puede prefigurarse, intuirse o deducirse alguna información, las de cómo y cuándo aparecerá la especie que nos sustituya y de qué modo se formará o qué procedimiento (genético, geológico…) podrá dar lugar a esta aparición, considerando, como es natural que, salvo cataclismo o alguna extinción masiva, lo razonable es un advenimiento lento y gradual de lo nuevo compartiendo espacio con lo que hay. En todo caso, mal podría prevenirse un cataclismo que revolviera geológicamente toda la Tierra, aunque hay demasiados expertos que piensan que, tras otra extinción, la sexta, no tiene por qué seguir la especie humana. De todas maneras, lo que aquí se propone es una reflexión sobre el proceso interno y externo, individual y colectivo, de la especie humana que derivará en una especie superior (o, mejor, sucesiva, para no hacer juicios de valor).

La cosa podría iniciarse quizá con el Génesis cuando Jacob recuerda a su tío Labán cómo han ido haciendo la selección natural para crear unas razas que distinguieran a los animales propiedad de uno y otro. El proceso en verdad era escasamente válido, infantil, podría decirse, por falta de conocimientos científicos, pero tiene su aquel y su alto simbolismo.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios