Mi querido votante: sabes que lo que voy a contar es verdad de la buena, rara, pero de la buena. Todo lo que va a ocurrir tiene mucho de postureo previo para que pase. Por ejemplo, Carmen Calvo con sus primas o Abascal con su megáfono. Mucho. Con el rollo de parecer siempre perfectos, se entregan. Pero en el fondo todos estamos muy zumbados. De hecho, tú te acuestas algunos días dándole vueltas a las tonterías electorales de la jornada y así te pasa luego lo que te pasa. Haces asociaciones extrañas.

Soñaste. Paseabas por un barrio empedrado que podría estar en tu ciudad, pero que no existe. Escuchabas por el móvil una conversación de tu ex mujer poniéndote a parir, porque se había dejado abierta la llamada sin querer. Cero preocupación. Distraído. De repente, viste en un soportal, como si fuera un mercado, a Andrés Pajares, caracterizado como Paulino en Ay, Carmela, y te acercaste para saludar. El tío, que te ve, te para con la mano, moviendo la cabeza de lado a lado, para que no se te ocurriera, pero tú - que no te cortas- le dices que tranquilo, que no quieres molestar, y al lado resulta que está Almodóvar, al que le caes simpático, y te invita a entrar a esa especie de mercado, con forma de tubo, lleno de actores y actrices, tantos que ni conoces, pero todos te suenan. La cosa es que el tubo-mercado era mitad taberna, mitad redacción de periódico antigua. Saludas a todos, a todas, ¡qué bien!: ¡coño, que al final te haces una foto de grupo con todo el mundo! Lanzado, pides a Blanca Portillo que te la mande al móvil, pero te contesta, prudente ella, que la busques en el Facebook del sitio. Armado con razones, le dices que no se preocupe, que si te manda un mensaje no la vas a molestar en su móvil, como confías que ella haga contigo. Se descojona y dice que así vale. Y en esas, desde una mesa de la redacción extraña aquella que te digo, tu admirado Octavio Salazar, que estaba escribiendo en una Olivetti, lo ratifica y te suelta que eres un plomo para tus amigos y un, ¡atención!, "torbellino de palabras contundentes" (¡era tu sueño, carajo!). Y cumplido todo, con una sonrisa muy gorda, sales del sitio, postureta y ufano, con tu amigo Marcos Santiago Cortés, que se apuró su medio de vino y salió de la nada para echarte el brazo por los hombros y escapar contigo mientras te dice que eres un artista.

Esto pasó y lo sabes bien porque a las dos de la mañana te levantaste a escribirlo. Y entonces, querido, pensaste lo que nos gusta figurar y ni tú ni yo estamos en campaña, así que imagínate ellos. Por eso, Carmen es prima de las gitanas y Santiago abre Covadonga y cierra España, megáfono cordobés incluido. En tu defensa diré que lo tuyo es sueño, pero nuestros colegas van de serios y despiertos. Y quedan dos semanas. Ahora, írsete, se te va. Sigue bien y duerme mejor, que queda un rato, a pesar de todos nosotros.

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