La pandemia, la crisis sanitaria, la crisis económica, las urgencias y todos los asuntos de suma gravedad que han irrumpido en nuestra realidad, han evidenciado e impuesto que todo aquello que no fuese de contagio, vida o muerte, podía esperar. Eso, que es cierto, lógico e inevitable, supone una manera de hacer, de actuar y de gestionar. Así, entre otras opciones, esa está ahí, podemos pasarnos una larga temporada, relativizando otras cuestiones cuya trascendencia puede ser subjetiva y atendiendo solo a lo grave e inminente. Venimos de pasarlo mal, muy mal. Todos y cada uno de nosotros, desde nuestra pequeña o gran responsabilidad, hemos sentido pavor y en las limitaciones de obligado cumplimiento, no hemos tenido más remedio que priorizar. No volveré a la enseñanza de lo importante tras una crisis como la que nos ha tocado vivir y tenemos por delante afrontar, no pretenderé sonar a refuerzo anímico poniendo de nuevo por aquí las bonanzas de disfrutar de los nuestros y aprender a vivir con menos, tampoco subrayaré lo prescindible que se ha tornado mucho de lo que teníamos o tenemos en nuestras vidas, pero déjenme que hoy ponga el foco en todo lo no urgente -que no necesariamente frívolo-, en aquello cuyo abordaje puede esperar pero de lo que no nos podemos olvidar.

Materias, personas, espacios, políticas. Gestión. Que la salud está a la cabeza de todas las cuestiones, está claro y hace meses que lo venimos constatando de manera especial. Cuando la situación nos permite alzar por un momento la vista de ahí, nos topamos con la angustia económica de nuestras casas, nuestra ciudad, nuestro país. Pero con cierta perspectiva y, sobre todo por necesidad, seguimos teniendo otras cuestiones y asuntos relevantes pendientes; la nueva normalidad, la de antes, la de ahora y la que viene, nos lo demuestran.

La teleasistencia, la gerencia de urbanismo, el paro, las citas pospuestas al ginecólogo, al dermatólogo, al oculista y podólogo, la plusvalía, el aparcamiento de Reina Sofía, las mujeres trans, los veladores, el IVA o la concertada vuelven a interesarnos, o debieran. Y si vuelven a preocuparnos tendremos que re empezar a ocuparnos. Desde la responsabilidad de cada uno, desde nuestro cupo de gestión, desde la Administración, habrá que volver a poner el foco y el trabajo también en ello, volver a atender. Entre ola y ola, en el mejor de los casos, y en la tregua que nos den posibles rebrotes, retomemos lo postergado. Que ya nos enseñó Mafalda que, pese a no haber sido urgente, hay cosas que vuelven a ser importantes. Echemos un ojo ahora a lo hasta ahora relegado.

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