Llevaba un tiempo sin transitar la crónica del mundo de la política y no me he echado de menos. Más que crónica, me gustaría hacer análisis con propuesta, pero no siempre llego, y más que política, lo que encuentro de costumbre es politiqueo, esa triste política politiquera que nos acompaña, y que no abandonamos, por lo que hacer solo crónica de ella ya es, en verdad, análisis con propuesta, una declaración de intenciones: describir la ponzoña para mandarla exactamente allí.

En estas, uno constata que la cosa, el nivel Maribel, va mejorando cada día, si por mejorar se entiende escarbar aún más profundo el lodazal. Que no engañe el título: bloquear es una manera de hacer política, algunas veces con éxito a la larga (que se lo digan a los apóstoles de aquel no es no que, contra todo pronóstico, fue el principio de esto). Eso ya sabemos que es impostura. El bloqueo al que me refiero cabe en un tuit, por corto, o se maneja en un mensaje de WhatsApp, por instantáneo.

Hace ya años que la política ni se cuenta ni se hace, se jalea o se trolea. Está basada en y dominada por pequeños líderes tribales que, con peor o mejor fortuna, alcanzan el machito de sus plataformas propias (partidos) alguno asume alguna presidencia, incluida la que es magistratura de todos (gobierno) y, de cualquier forma, desde su cuota de poder, organizan a sus partidarios, aceptan a los conversos (temerosos estos mártires en el altar de la unidad de perder la cuchara con que comen), laminan a su adversario (si queda alguno), y sus evangelistas fijan la verdad revelada en un argumentario. Esta gente no solo no seduce, es que ni entretiene. Pero mandan.

La política es tan cutre ahora que es noticia que, en la pugna por el control del PP de Madrid (que ya tiene Ayuso, porque sus resultados de mayo obvian cualquier debate posterior), la presidenta (que no termina de ser la gran esperanza blanca de la derecha, básicamente, porque aún no quiere) ha bloqueado a algunos dirigentes de Génova (Génova sigue, lo de sus dirigentes es más confuso) y a otros colaboradores de Almeida. El teléfono móvil manda. La política vacía solo del gesto: paso de ti y lo evidencio, o dejo que lo evidencien por mí. Y eso es política hoy, amiguitos.

La política es tan desesperadamente anodina hoy que, para controlar la agenda del Gobierno, la coalición expone sus grietas vía Twitter, y somete a una de sus propuestas estrella, la derogación de la reforma laboral (o sea, la enésima reforma de la reforma), a una parodia de cálculos de venta política, sin que importe lo que sea (si es que debe ser algo), sino solo lo que parezca y, sobre todo, quién lo haga parecer. Y eso es también política hoy, amiguitos.

Mientras, si alberga la esperanza de que usted, perplejo votante, vaya a ser interpelado por los unos o los otros para cualquier cosa de comer, piérdala. Ahí arriba hacen política de esa de hoy. Es usted, y soy yo, quien está bloqueado.

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