La Comisión Europea está dispuesta a incluir a la energía nuclear en su plan verde para incentivar la inversión en transición ecológica. Aquélla, e incluso el gas, podrían pasar a ser financiables a través de los famosos bonos verdes, un instrumento que persigue estructurar un esquema energético europeo asequible y eficaz a la hora de combatir el cambio climático. No será fácil. Hay en Europa dos grandes bloques enfrentados: de una parte, Francia, Suecia y algunos países del centro y del este continental favorables a la idea; de otra, Alemania y un grupo de naciones entre las que se encuentra España, radicalmente contrarias a la mera posibilidad de abrir el debate.

Es esto último lo que no entiendo: cuando una sociedad se enfrenta a problemas cruciales la postura menos inteligente es la de dar por válidos prejuicios desfasados y autolimitar ideológicamente las soluciones factibles. Es hoy el caso de la polémica nuclear. Sufrimos ahora en España un gravísimo déficit energético, con amenaza de apagón, soportando precios disparatados y con la incertidumbre añadida de un insuficiente aporte del gas argelino. Es cierto que hemos avanzado mucho en energías renovables. Pero no lo necesario como para prescindir de energías emisoras de CO2, tan sucias como de coste altísimo a causa del encarecimiento creciente de los derechos de emisión.

En esta coyuntura, no cabe desconocer que las centrales eléctricas son las responsables principales de la futura hecatombe del clima. Si a eso unimos que no podemos prescindir de ellas porque las nuevas energías (eólica, solar, biomasa) aún no logran, ni de lejos, suministrar la requerida garantía de potencia, no termina uno de explicarse, más allá de terquedades dogmáticas, por qué no se reconsidera la opción nuclear. Las centrales nucleares -lo afirma hasta el propio IPCC- son ecológicas. En la fisión nuclear no hay CO2, no hay humo, no hay nada.

No ignoro que en la memoria colectiva perdura el recuerdo de horribles catástrofes (Harrisburg, Chernóbil, Fukushima) y que sigue pesando el azaroso inconveniente de los residuos. Pero sería injusto obviar los evidentes progresos en seguridad -de funcionamiento y de almacenamiento- y arriesgar, con ello, nuestro bienestar, nuestra economía y acaso hasta nuestra supervivencia. Por sensatez y por pragmatismo, en unas circunstancias tan críticas como las actuales, ya no nos queda tiempo para enfrascarnos en falsos dilemas.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios