El poder era esto

Para el PP, la corrupción es un medio de enriquecimiento. Para el PSOE, una herramienta para la conservación del poder

Una de las cosas más curiosas con respecto a la corrupción política -y más ahora, después de la sentencia de los ERE- es que la gente habla de la corrupción como si fuera un fenómeno muy remoto y extrañísimo, algo así, qué sé yo, como el esperanto o la ley de las ondas electromagnéticas. "¡Corrupción!", decimos, y corremos a santiguarnos como si fuéramos beatas de los 60 cuando aparecía una turista en bikini. Como si aquí nadie hubiera falsificado jamás un padrón municipal para colar a un niño en un colegio, o como si nadie hubiese pedido una ayuda pública mientras estaba cobrando otra, o como si nadie -en este país de espíritus puros e incorruptibles- hubiera copiado jamás en un examen o realizado alguna triquiñuela para conseguir un favor de la Administración.

Por supuesto que estos chanchullos no son comparables con los obscenos latrocinios de dinero público practicados por el PP, los nacionalistas catalanes o el PSOE andaluz de los ERE. Pero yo llevo años y años oyendo a mucha gente decir, aquí, en Andalucía, "Huy, el día que alguien tire de la manta", pero a la hora de la verdad todo se quedaba en rumores y en quejas impotentes. Y en el fondo, me temo, los que se quejaban -o nos quejábamos- nos maldecíamos por no habernos llevado un pellizquito de ese dinero que se iba perdiendo en ayuditas y mordidas y en la compra de voluntades.

Es cierto que la corrupción del PP es distinta de la del PSOE. Y tanto que sí. Para el PP, la corrupción es un medio de enriquecimiento personal a costa de toda clase de trapisondas (usemos el lenguaje de la rue del Percebe). En cambio, para el PSOE -tal como ha demostrado la sentencia de los ERE-, la corrupción política es una herramienta imprescindible para crear una indestructible red clientelar. Para el PP, la corrupción es una simple cuestión personal (de personas infames, se entiende). Para el PSOE, la corrupción es el engranaje que hace rodar la maquinaria del poder y que permite su uso ininterrumpido durante años y años. Humanamente, moralmente, es mucho peor la corrupción del PP. Políticamente, institucionalmente, la peor -muchísimo peor- es la otra, la de quienes no roban un euro para sí mismos porque el robo se dedica a convertir la Administración en una maquinaria perfectamente engrasada para la conservación perpetua del poder. El poder, amigos, era esto.

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