Cambio de sentido

Fuera de plano

Vale mucho salirse de plano, sentirse nadie, callarse en otro idioma, besar en una lengua extraña

Si pudieran, las meninas bajarían de su cuadro cada noche; los cazadores de Brueghel el Viejo descenderían la colina para sentarse junto al fuego en el ventorro, y los de El Descendimiento de Rosso Fiorentino harían una paradita y bailarían un twist -estampas como esta costaron a Pasolini una sentencia de cárcel por ultraje a la religión-. Los santos saldrían a patinar sobre el mármol de las catedrales, y una misma, si pudiera, se sentaría a llorar junto a la La Derelitta de Botticelli. Hace falta, de vez en cuando, salir de pleno del plano, escorarse en una esquina, traspasar el marco. En el 8-M corría por las redes un Nacimientode Venus en el que la diosa, en huelga, no había acudido a su surgimiento de las aguas. "Fuera del cerco. Salta. No digas más. Hazlo", escribe Chantal Maillard.

Cuesta salir del cobijo -la suciedad abriga- de la actualidad de España y la doméstica, de los líos de andar por la casa y la península: la rutina, los problemas diarios, las redes enredosas, las intrigas de palacio y los chanchullos de cortijo. Cuesta pero sirve, mientras despojarse del propio y acudir a otros panoramas no nos lo impongan -exilios, emigración, ostracismos- ni nos los falsifiquen -el turismo y sus mercaderes de experiencias-. Vale mucho sentirse nadie, callarse en otro idioma, dejarse besar en la boca por una lengua viva y extraña. Aprender las palabras elementales (como perdón y buenos días, y toma y he venido a conocerte, gracias, café, cariño, patria, escribe Laura Casielles) y luego hablar. De sobra es conocida la rémora de España en el aprendizaje de lenguas, incluso las propias. Entre los cursos de idiomas más demandados en nuestro país se encuentran los de inglés, francés, alemán y chino. ¿Qué queremos decir y entender en estos idiomas? Pocos acuden a la academia de inglés porque quieran ser grandes ironistas.

Tras varios días fuera de plano, regreso y encuentro una España con rumores de Cifuentes, tristes ERES, un submarino galopando a Gibraltar, y la lamentable estampa de la detención de Puigdemont, alegoría del fracaso de la política. Más de lo mismo dentro del plano. O eso creo. Ajusto la óptica, amplío foco, fuerzo la perspectiva: regreso y encuentro una España de campos verdes, sierras aún nevadas, calles cuaresmales y gentes que saben que hay vida más allá de la ponzoña diaria nacional. Si en estos días ustedes se toman un descanso, traigan de vuelta una buena dosis de profundidad de campo. Falta nos hace.

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