A la pata coja

El pasado mes de abril, 180 diputados del Congreso aprobaron una ley que imponía el cierre de las centrales nucleares

El l otro día, por una ruta de senderismo, me encontré con un hombre que subía por una cuesta empinada a una velocidad de vértigo. El caso no tendría nada de particular -uno se encuentra con docenas de corredores velocísimos, tanto hombres como mujeres-, si no fuera porque aquel hombre tenía amputada una pierna y tenía que sostenerse con dos muletas. Yo iba con la lengua fuera, pero aquel hombre sin pierna avanzaba a un ritmo tan inalterable como un metrónomo. Vaya tipo. Qué fuerza, qué determinación había en él. Miraba al frente sin desviar la vista, como si sólo tuviera en mente llegar a su destino, fuera cual fuese ese destino. Cuando di la vuelta para regresar por el mismo sendero, me lo encontré haciendo el camino en sentido contrario, avanzando al mismo ritmo regular que llevaba casi una hora antes. Aquel hombre sin pierna -pensé- reunía muchos más méritos que todos esos youtubers que inundan de paparruchas nuestra vida pública.

Tal como están las cosas, es inevitable deducir que aquel encuentro con el hombre sin pierna tenía un significado simbólico. Como europeos -y más aún, como españoles-, nos enfrentamos a un futuro endiablado en forma de cuesta escarpada que vamos a tener que subir a la pata coja. Es difícil atribuir una causa única a lo que nos espera, pero está claro que Europa -y también nuestro Gobierno- ha estado tomando decisiones equivocadas que ahora nos van a salir muy caras. Lo fácil -y lo engañoso- es echar las culpas a Putin y a la guerra de Ucrania o bien al cambio climático. Pero la triste realidad es que no hemos sabido prever las consecuencias de las decisiones que tomábamos. El pasado mes de abril, 180 diputados del Congreso aprobaron una ley que imponía el cierre de las centrales nucleares. Y desde hace años, hay una política hidrológica que se opone a la construcción de embalses porque los considera dañinos para el medio ambiente. No son plagas caídas del cielo, sino decisiones ideológicas que se han tomado. Y ya tenemos aquí las consecuencias.

O sea, que si este otoño nos va a tocar subir la cuesta a la pata coja -inflación, sequía, desabastecimiento energético-, no será únicamente por causas imponderables como la guerra de Ucrania. En esta crisis han influido unas decisiones dictadas por la ideología que al final han resultado contraproducentes. No conviene olvidarlo.

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