¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

Sí pasarán

Para lanzarle un flotador a Merkel ha hecho falta el concurso de un cándido novato llamado Sánchez

Si hay una buena escuela de pragmatismo político esa es la Unión Europea. Sánchez ya la probó durante la cumbre de la semana pasada: llegó a Bruselas, vio y perdió. Nuestro presidente buscaba una mayor solidaridad con España en la acogida de inmigrantes y lo único que consiguió es la vaga promesa de más dinero para construir y mantener más centros de internamientos de extranjeros. En la UE piensan (y razones tienen para ello) que España, al igual que otros pigs, es una yonki del dinero. Nos nombran las palabras "fondos europeos" y nos ponemos a salivar como el perro de Pavlov. Para colmo, Angela Merkel, en una pirueta política que la pone a la altura del mejor Churchill -¡Ah, los viejos conservadores!- le arrancó al bisoño Sánchez el compromiso de acoger a los inmigrantes que Alemania deseche. Por poco Sánchez no se tiene que volver con el avión cargado de rechazados en las fronteras germanas. ¿Qué queda del líder progresista que, con gafas de sol y corbata estrecha, partía a Flandes para luchar por una solución justa a la inmigración? Apenas nada.

El problema de la inmigración tiene difícil solución. Europa vive un invierno demográfico y África una primavera reproductiva; Europa es rica y África pobre como una araña; Europa es verde y África se muere de sed; Europa es democrática y África un océano de tiranías… Como en su día hicieron los llamados Pueblos del Mar, los del sur se han puesto en marcha y nada les parará. El gran reto que tenemos es asimilar esas poblaciones manteniendo el Estado de bienestar y los valores que heredamos de Grecia, el cristianismo (o Roma, lo mismo da) y la Ilustración. Por ahora no lo estamos consiguiendo y la inmigración se ha convertido en un problema político que, a la larga, puede ser la tumba de la UE. ¿Estamos condenados a vivir en un continente bunkerizado tanto física como espiritualmente? Habría que evitarlo, algo que no se conseguirá ni con el buenismo ni con el multiculturalismo, sino con el reforzamiento de los valores de la mejor Europa, esos mismos que llevamos décadas demoliendo.

Cumbres como la de la semana pasada en Bruselas sirven más bien para poco. Al menos, se le ha dado un balón de oxígeno a Merkel, una de las pocas políticas que sigue creyendo en Europa y que no se dedica a decir y hacer tonterías en las redes sociales. Eso sí, para lanzarle el flotador a la frau ha sido necesario el concurso de un cándido novato al que encaramarle un centón de inmigrantes. Ese pardillo se llama Sánchez.

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