Todo parece un sueño

Si nos paramos a pensar, da la impresión de que vivimos en un sueño, más bien en una pesadilla

Son muchas las veces en las que uno está tan metido de lleno en una situación y unas circunstancias, que no es capaz de tomar conciencia exacta de lo que está ocurriendo. Con frecuencia, suele ser la distancia la que nos permite ver desde fuera lo que somos incapaces de ver desde dentro, sin obviar el paso del tiempo con su aporte de equilibrio, sensatez y objetividad. La filosofía popular lo recoge en expresiones del mundo taurino, como actuar a toro pasado o ver los toros de la barrera.

Llevamos más de diez meses de limitaciones impuestas por las autoridades a causa de la pandemia por coronavirus y no es que uno se acostumbre a ello, pero en cierta medida nos hemos habituado a asumirlas con cierta familiaridad. Las estadísticas se han convertido en un soniquete diario en el que se llega a perder la cuenta, como si fuese un dato meteorológico más. Las horas de confinamiento se acortan o alargan a la medida de ciertos gremios o grupos de presión y lo que es una situación excepcional e impensable se está convirtiendo en rutina. Todos sabíamos que tras la Navidad habría un gran repunte de contagios, pero ni las autoridades implicadas ni los individuos como tales, hemos sido capaces de actuar de forma responsable.

Si nos paramos a pensar, da la impresión de que vivimos en un sueño, más bien en una pesadilla. Si hace unos meses nos hubieran dicho que los bares iban a cerrar a las seis de la tarde, que los hoteles permanecerían cerrados por falta de turistas, que los partidos de fútbol serían sin público, que no podríamos estar más de cuatro personas en una reunión, que tendríamos que usar mascarillas como si fuese una prenda más de vestir, que no se podría ir de una provincia a otra, incluso en algunos casos ni siquiera de un municipio a otro limítrofe, que la atención en el centro de salud sería a través del teléfono, y muchas otras medidas excepcionales, diríamos que esa situación era perteneciente al mundo de la ficción o a una disparatada novela de algún imitador de Kafka.

De momento, los supermercados están llenos y no faltan las cosas esenciales. Por lo que se ve, tampoco el dinero; a la mínima relajación las terrazas de los bares se ponen a rebosar de jóvenes que ríen alegremente y los coches llenan las carreteras. Algún día esto pasará, como ha ocurrido en situaciones más dramáticas a lo largo de la Historia, y lo podremos entender mejor.

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