La tribuna

José Eduardo Muñoz Negro

La paradoja de la socialdemocracia europea

CÓMO se entiende que ante una crisis como la actual, la socialdemocracia europea se estrelle en las urnas? Precisamente, cuando más se cuestionan los dogmas neoliberales, y todo el mundo pide más regulación, más papel para el Estado, parece configurarse un escenario favorable a las políticas tradicionales de la socialdemocracia. Paradójicamente, la gente vota a al centroderecha para que éste haga las políticas que tradicionalmente ha defendido la socialdemocracia.

En ese sentido, una vez más, la definición del diccionario de la Real Academia de la Lengua añade luz al análisis ideológico. Socialdemocracia: 1. Disidencia del marxismo, consistente sobre todo en rechazar la orientación revolucionaria de la lucha de clases, y en propugnar una vía democrática hacia el socialismo. 2. Cada uno de los sistemas derivados del socialismo que, al renunciar a la propiedad pública de los medios de producción, aunque no a su regulación y control, tienden a confundirse con el estado de bienestar capitalista. La primera definición apunta al proyecto político, el socialismo democrático, la segunda señala el peligro, la tendencia a confundirse con el estado del bienestar capitalista. En cierto sentido, la socialdemocracia ha muerto de éxito, ha conseguido crear una clase media mayoritaria, que ha acabado convirtiéndose en la base social de una sociedad de consumo, con una marcada mentalidad individualista y hedonista, más centrada en aumentar sus niveles de bienestar, que en lograr una mayor justicia social.

El bienestar utilitarista como moral de masas no constituye ningún terreno propicio para el socialismo, sino para un capitalismo social, donde el centroderecha tiene garantizada una larga hegemonía cultural e ideológica. En un sentido puramente político o ideológico, la crisis de la socialdemocracia europea, radica, en gran medida, en el abandono de un proyecto transformador a medio y largo plazo, y su confusión y disolución en un estado de bienestar capitalista, basado en un programa utilitarista centrado en "el mayor bienestar para el mayor número".

La lucha por el "centro político" ha resultado fructífera para la derecha política. Los partidos populares se han ganado a unas clases medias urbanas que confían en ellos como gestores eficaces de lo político. Para la socialdemocracia, la conversión al centro ha supuesto un giro a un liberalismo social, que no reduce desigualdades y deja casi intactos los mecanismos de exclusión y alienación cultural que están en la entraña del sistema económico. El precio de ese mimetismo ideológico es quedarse en un terreno donde pierde votos tanto por la derecha como por la izquierda. Pérdida favorecida por la escisión de la clase media en dos partes: la de los acomodados por un lado, y la de los mileuristas por otro.

En el Parlamento Europeo, la única izquierda que ha crecido ha sido la verde. Y en un país tan central como Francia, la izquierda verde ha empatado con los socialistas. El electorado de centro, en general, confía más en los partidos populares, y el de izquierdas se vuelca cada vez más hacia opciones más transformadoras y con mayor capacidad de renovar la política, la economía y la sociedad. Un proyecto transformador, reclama más profundidad política que la que permite un planteamiento centrado en que el Estado corrija los estropicios que crea el mercado neoliberal.

La combinación de políticas de bienestar con políticas económicas neoliberales no sólo es contradictoria en sí misma, sino que no tiene futuro. Aristóteles en su Política, distinguía entre Economía y Crematística. La primera es el arte de satisfacer las necesidades de todos para conseguir una vida buena. La segunda es el arte de enriquecerse sin límites, y según el filósofo, uno de sus principios es conseguir siempre el monopolio. La sustitución de la economía real por la crematística financiera nos ha llevado a donde estamos.

La recuperación de un proyecto transformador pasa por la búsqueda y el desarrollo de mecanismos que permitan influir en la economía, no sólo desde el Estado, sino también desde la ciudadanía. Y ahí es donde el cambio cultural es fundamental. Sin un proyecto cultural alternativo al de la sociedad de consumo, la socialdemocracia tendrá que jugar siempre en "campo contrario". Y ni siquiera estará en condiciones de aprovechar situaciones como la crisis actual. Está claro que nada de eso es tarea fácil, pero sin un proyecto transformador a medio y largo plazo la socialdemocracia europea no podrá aprovechar sus oportunidades, ni recuperar la iniciativa política.

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