Desde el fénix

José Ramón Del Río

La oración del turista

AUNQUE hace sólo un mes que el presidente Zapatero declaraba en un periódico que "es opinable que haya crisis", al día de hoy, la tozudez de los hechos se ha impuesto y nadie duda que la subida del precio de los alimentos, la dificultad de obtener créditos, y su encarecimiento, y el incremento del número de parados son síntomas evidentes, entre otros, de lo que los economistas consideran una crisis. Sin embargo, parece ser que la crisis no afecta al turismo nacional, entendiendo por tal el de los residentes en España que viajan a otras localidades. Aquí los datos son positivos porque se constata mayor número de desplazamientos que los anteriores años en el mismo período. Y siendo esto así, prefiero escribir de las alegrías y no de las penas, máxime cuando este es mi último artículo antes de las vacaciones.

Por si usted, en sus vacaciones, se va de viaje turístico, le voy a recomendar una oración que oí a un guía palestino en Jerusalén y que le puede valer con independencia de sus creencias religiosas, dirigiéndola sea al Supremo Hacedor, sea a cualquier Dios pagano. No respondo de su exactitud, porque sólo la pude oír, ya que el guía, como buen juglar, no quiso darme su texto escrito. Dice -aproximadamente- así:

"Padre Nuestro: ampara a nosotros, humildes y obedientes turistas, condenados a viajar por el mundo, tomando fotos, grabando vídeos, mandando tarjetas postales y comprando recuerdos. Te rogamos nos evites que nos cobren el exceso de equipaje, nos pierdan las maletas y, sobre todo, que el avión sea secuestrado. Ilumínanos para escoger con acierto el hotel nuestro de cada día; condúcenos a restaurantes buenos y baratos, donde el menú del día no sea las sobras de días anteriores. Concédenos la sabiduría de la propina correcta para no incurrir en el desprecio del que la recibe o en sus calurosas muestras de agradecimiento. Danos fortaleza para visitar los museos, catedrales, palacios y lugares típicos y, si pasamos por alto algún sitio histórico a fin de echar una siesta, perdónanos Señor, que la carne es débil. Dios todopoderoso, protege a nuestras esposas, ocultándoles las gangas que no necesitan y, si las ven, no las dejes caer en la tentación, porque no saben resistirla. Padre omnipotente, no permitas que nuestros maridos se fijen en las locales y las comparen con nosotras. Sálvalos de hacer el ridículo cuando intenten ligar y, sobre todo, no los perdones, si lo hacen y, cuando haya terminado el viaje, concédenos la merced de encontrar amigos pacientes y sufridos que estén dispuestos a ver nuestras fotos y grabaciones y escuchar nuestros relatos, de modo que nuestra vida de turista no haya sido en vano". Que así sea. Hasta septiembre.

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