Antes, los desplantes, los teníamos controlados. Un giro de cabeza para evitar el saludo, un mirar hacia otro lado para no tener que afrontar un encuentro visual, un apretar labios y cerrar los ojos, con las cejas bien arriba y cabeza ladeada y, el mensaje estaba claro. Luego llegó lo de hacerse el loco, el silbido hacia otro lado, muy grande aquello de simular distracción tirando de pantalla del móvil, un clásico. Todas estas humanas y extendidas técnicas han venido puliéndose, ahora no hay nada como el bloqueo de contacto de whatsapp. Puede ser que una no vea de lejos, que uno fuese pensando en sus cosas, pero si te bloquean como contacto, no hay duda, el mensaje está claro. Pasa de ti.

Los desplantes 2.0 pasan por ser ninguneado por los colegas activos en la socialité virtual. Si esa que comparte todo, queda contigo y no te fotografía y no lo cuenta al mundo vía redes, genera una inseguridad que lleva a plantear si es que no se lo pasará bien contigo. Si cocinas para otros y no suben foto de tu postre, mal. No ha debido convencerles. Si tienes un negocio y no hay un primer plano de tu tartar, plantéate si estás a la altura, desde luego, desconsideración evidente al canto. Pocos desplantes más explícitos hay hoy como el no ser incluido en ese grupo de whatsapp. Eso te convierte en el último escogido para la formación de los equipos de fútbol del patio del cole, o más allá. Si tus seguidores no te retuitean, si tus amigos de toda la vida no se erigen en tus followers, si tu colega la influencer no posa en selfie contigo, te están haciendo un feo, un menosprecio obvio de los nuevos.

Como al que te gira la cara y te niega el saludo, dale la vuelta, pasa de ellos, no fuerces entrar en el grupo, no debe ser demasiado interesante si no quisieron contar contigo desde el principio. Pasa del bloqueador por mucho que te ofenda, conviértelo en un mero contacto menos. Y quédate con los que vienen de frente, los que nos llaman, los que hablan y nos dicen, los que verbalizan, comparten y brindan. Con los valientes que no se escudan en las moderneces de las nuevas tecnologías para, desde la omisión, o la desconsideración, mandar mensajes que duelen. Neguémonos a traducir emociones en iconos con mohín o parapetos del ramo, a reducir sensaciones a un okey irónico -la ironía y el whastapp son grandes enemigos, dice algún sabio- ¡Neguémonos a ser suplantados por un Emoji!

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