Brindis al sol

Alberto González Troyano

De nuevo, el viejo andalucismo

MIENTRAS que los tiempos políticos parecen suspendidos -al estar todas las miradas y energías puestas en quién puede ocupar La Moncloa-, en Andalucía hay quienes han buscado un motivo para saltar al primer plano de la actualidad local. Y así, muchos nos hemos sorprendido con la petición de Podemos de un "reconocimiento especial" para su grupo de diputados andaluces en Madrid, acompañada de una larga reflexión justificativa, publicada en este mismo Diario. En momentos de tanto desconcierto en todo el país, podría pensarse que se trata de una oportunista ocurrencia más, a la que no debería prestarse atención. Pero el populismo se caracteriza por eso: por instrumentalizar causas menores y convertirlas en problemas que, una vez enconados, enturbian el panorama, creando, por tanto, un clima rentable.

A estas alturas, muchos nos sentíamos contentos -e incluso orgullosos- de que en Andalucía, en los últimos años, cualquier reivindicación identitaria-nacionalista se había paulatinamente disipado. Y esto se podía interpretar como un signo de sabiduría popular. Si el andalucismo político tuvo en el pasado alguna razón, las posteriores experiencias vasca y catalana mostraron que los nacionalismos sólo sirven para encubrir con su señuelo intereses menos confesables. Manipular los sentimientos es fácil y, aún más, convencer de que una nueva bandera resuelve los muchos problemas que todos, como ciudadanos, tenemos. Pero los andaluces se percataron de esa trampa con una clarividencia pocas veces elogiada: dejaron evaporarse el espejismo redentor de los territorios amurallados. Pues, como dijo Ortega, una región cuya cultura se ha desbordado y ha enriquecido a toda España, sería paradójico que luego quisiera reivindicar su propia diferencia.

Sin embargo, no debe banalizarse esta demanda "andalucista" de Podemos. Primero, porque los rescoldos identitarios prenden con rapidez, pero luego, incluso con sólidos argumentos, cuesta apagarlos. Y, además, porque, recurriendo otra vez a Ortega, no es tan preocupante el separatismo catalán como la reacción negativa capaz de provocar en regiones como Andalucía. Por eso, no debe desdeñarse esta llamada de Podemos a la recuperación del viejo andalucismo. Caldo de cultivo hay, dado que nuestros gobernantes, tan preocupados por los asuntos de Madrid, y dedicados tan sólo a gestionar lo cotidiano, parecen incapaces de concebir lo que los sociólogos llaman una idea ilusionante para Andalucía.

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