De nuevo leerán que votamos de nuevo. De nuevo, que la ineptitud, la ineficacia, la dejadez o la irresponsabilidad de los mismos, nos obliga a ir a votar de nuevo. De nuevo el hastío, lo desgastante; lo defraudados e indignados -sin copyright del término- se postula como la sensación, la conversación y las lecturas inminentes. De nuevo sin ganas y sin líderes. De nuevo aquí estamos y un miedo no tan nuevo, que efectivamente la jartura nos haga no incorporarnos ese domingo de noviembre que tan vergonzantemente han impuesto en nuestras agendas.

Y es que, entendiendo y compartiendo cansancio e incredulidad, no puedo sino respirar hondo, retrotraerme a otros tiempos, luchar por convencerme e intentar hacer vivo aquel recuerdo de los discursos del por qué votar. Seré sincera, me cuesta mucho hacerlos valer en el contexto actual, pero desde el miércoles no dejo de escuchar reproches traducidos en pasotismo impostado y afirmaciones del tipo, conmigo ya que no cuenten, yo no voto, del ya me da igual, si les da igual a ellos, a mí también. Y así, aún comprendiéndolo, no puedo sino trabajarme la idea de que no puede ser, no podemos caer, que hay que buscar un motivo, que habrá que inventárselo, que el miedo, los presagios, o la idea de otra oportunidad, tiene que poder más. Que estoy de acuerdo, que no se lo merecen, que la desafección es lo mínimo, que esos reproches y la distancia con su hacer o no hacer son la consecuencia lógica de todo este tiempo y sus quehaceres y sobre todo la falta de ellos. Nos preparamos, con toda la pereza, para el nuevo chute de tertulias, de politólogos en boga, de opinólogos profesionales a todas horas, de vaticinios e intuyo, de intentos a la desesperada de pintar atractivo algo que nos tiene agotados y desencantados. Un nuevo ingrediente será la total falta de entusiasmo, la ausencia de pasión en todos, militantes y hasta dirigentes cercanos. Ya no nos partimos la cara por nadie, porque se lo han ganado a pulso, no intentamos convencernos de rojo, verde, morado, naranja o azul porque nos lo han pintado de un gris desolador.

Pero pese a esos orgullos, a las ruines aspiraciones, a las repugnantes pugnas, y a todos esos forzados discursos con el ojo puesto en las encuestas de turno, nosotros deberíamos ser mejores y en contraposición a aquellos, responsables y conscientes. De nuevo nosotros, por nosotros y los nuestros, por el futuro, por lo que está en juego para todos, hagamos. De nuevo lo mismo, por los mismos, pero nosotros votando.

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