El nuevo Neolítico (III)

Ha llegado un momento en el que nuestra mente dispone de recursos para modificar las estructuras internas

Sabido es, hablando de las llamadas nuevas tecnologías y los recientes hábitos sociales derivados que están surgiendo, que nuestros antepasados comenzaron siendo cazadores-recolectores. Para sobrevivir hacían, en expresión de un antropólogo de mucho interés, Y. N. Harari, como los chimpancés, los papiones y los elefantes: amaban, jugaban, competían por el rango social y el poder… y eran cazadores-recolectores. Comían y vestían de lo que encontraban, que por lo general les daba bastantes ventajas. No le iban mal las cosas, hasta que un día decidieron hacerse agricultores y ganaderos. Es decir, acordaron dejar de someterse a la selección natural, como sus hermanos y primos, y tratar de intervenir en ella. Es lo que se llama el período Neolítico y ocurrió hace unos 10.000 años. Desde entonces comenzó a dirigir, poco a poco desde luego y por supuesto dentro de unos límites físicos y biológicos, a la evolución, modificando el comportamiento de animales y plantas y sometiéndolos a sus deseos e intereses. Lo hizo Jacob, mejor o peor, y lo hizo la especie humana en general. Y, aunque hay quien considera que esa conducta, ese tránsito de conducta pasiva, aceptar lo que hay, a dominar activamente las cosechas y reordenar a los animales de acuerdo a nuestro beneficio, nos dio algunas ventajas pero también nos trajo dolor y sufrimiento, antes al contrario la doctrina común no tiene palabras suficientes para encomiar lo que se considera una epopeya y un paso glorioso y definitivo de los humanos.

Todo esto es muy conocido, pero parece obligado recordarlo para situar la reflexión en su justo medio. Porque el caso es que, si hasta ahora la capacidad racional e intelectual de nuestra especie no pasaba de simple manipulación externa, ha llegado un momento en el que nuestra mente dispone ahora de recursos para modificar las estructuras internas (los científicos son los que deben precisar técnicamente esos procesos) de manera que ya se empieza a hablar, y cada vez con más fuerza, de una post-especie humana.

Sería la segunda parte del salto evolutivo ya citado, un nuevo esprín en el que nuestra voluntad pasa a ser diseñadora de un mundo posterior. Y ello en dos dimensiones complementarias, tal como aconteció en el Neolítico. Las nuevas formas de producción nos transformaron de nómadas en sedentarios, con todas las consecuencias políticas, sociales, morales y económicas derivadas.

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