Los novios

Los desencuentros entre don Pedro y don Pablo recuerdan a 'Los novios', la novela del italiano Manzoni

Anteayer, don Pedro Sánchez recibía en La Moncloa a don Pablo Casado, sin que, al parecer, haya dado mucho fruto tal encuentro, algo envarado e inocuo. En cierto modo, los desencuentros de don Pedro y don Pablo recuerdan a aquella novela de Manzoni, Los novios (I promessi sposi, en el original), donde un español tiránico, don Rodrigo, quería impedir el matrimonio de Lucía y Renzo, jóvenes inamoratos, para adueñarse, ay, de la bella. Bien es verdad que los amores parlamentarios de don Pedro y don Pablo no alcanzan para mucho incendio, y que su chic to chic político es de escaso cabotaje. Lo cual no quita, claro, para que entre ellos se alce, taciturno y malvado, un don Rodrigo con barretina, de nombre Oriol, avecindado en Lledoners, que quiere para sí solo al joven presidente.

Es cierto que don Pablo le dijo el lunes a don Pedro que si olvidaba la mesa de diálogo le aprobaba dos presupuestos, casi sin mirar la cuenta. Bastaría con que renunciara a su política impositiva, a la reforma laboral y a alguna cosilla más que no recuerdo, y ahí estarían ya, hombro con hombro, el Ying girando en pos del Yang, y todo por el bien de España. A lo que don Pedro, a través de su portavoz, ha contestado que don Pablo sigue instalado en el bloqueo y que utiliza a las instituciones como rehenes. Esto es, que no han dicho nada que no supiéramos antes de su aburrida escena de sofá. Pero, entonces, ¿para qué o por qué se han reunido? Probablemente, para eso, para mostrar su incomodidad y dar publicidad a sus posiciones. Don Pedro, en tanto que presidente, tiene más facilidad para esta clase de comunicados. Pero don Pablo, que tampoco es un parvenú, anda algo mohíno desde el pacto de progreso de don Pedro Sánchez, que abandera, paradójicamente, a buena parte de la reacción española. Todo lo cual nos lleva a pensar que don Pablo ha ido a La Moncloa a prestigiarse como opositor; momento que don Pedro ha aprovechado para desdeñarlo como líder mundial de ambas orillas, la venezolana y la otra.

Probablemente, don Oriol, en Lledoners, ande pensando ya en su próxima alocución televisiva, entre caravaggiesca y orate. Ello no quita, sin embargo, para que también esté pendiente de lo que hace don Pedro con la leal oposición, cuando él no está en casa. En eso, al menos, tenía razón don Pablo Casado: esto va para dos años. Y con esa perspectiva se han visto en La Moncloa. Para ofrecerse como púgiles, cada uno con su finta y su gancho, y ambos sin mucho propósito de combatir.

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