Cambio de sentido

El sí de las niñas

Nadie debiera conformarse con el sí de las niñas. El consentimiento a secas nos devuelve a un papel pasivo

Sabrán disculparme: en estos días de asueto que circundan el de mi santo, estoy a por uvas. A por brevas, mejor dicho, estas blancas como el puño que recojo con paciencia y una caña. Los asuntos de Madrid, su Corte y su Parlamento, me llegan amortiguados por el rumor de la acequia. Algo más me llegan por las redes vocingleras los mismos chistes retuiteados (cortitos, por cierto, de originalidad) sobre consentimientos explícitos y premáticas contra el piropo. También me alcanzan las reacciones nerviosas, casi espasmódicas, de la carcunda cibernética que augura una guerra civil (¡España se parte!) entre mujeres y hombres. Para bordarlo sólo les falta soltar que la culpa, para no variar, es de nosotras, que no se nos puede dar cuerda larga. No sería la primera vez que escucho argumentar que hay más violaciones y violencia contra las mujeres porque mucho nos estamos desmandando.

Es sencillo de entender y explicarlo y, sin embargo, hay quien se está haciendo literalmente la picha un lío. Cuando -como dice el romancillo- damas y galanes van a servir al amor, es porque a ambos place y a ambos esto les queda cristalino. Aun placiendo, la noche se acaba cuando una dice "se acabó". (Digo una porque apenas tengo noticia de señoras que, en sus encuentros, hayan agobiado a los señores). El carácter explícito del acepto y mayor consiento sólo debe afligir a los muy estrechos de parietales, que si dudan de su capacidad de discernimiento sólo tienen que interesarse por lo que quiere la muchacha. Quizá aquí está el problema: aún quedan individuos, por suerte cada vez menos, que se revuelven ante la idea de que las mujeres seamos dueñas de nosotras mismas.

No soy partidaria de llamar amor a la ley, ni ley al amor, pero menos aún de que, quien equivoque amor con amo o con amordazar, se pase seis pueblos y se quede tan ancho. Nadie debiera conformarse con el sí de las niñas. El consentimiento sexual a secas nos devuelve a un papel pasivo y peligroso. El sí de las mujeres es deseante y activo. Nadie debiera amar por menos. Aún hoy, sor Juana Inés, que una muchacha hable de estas cosas corre ciertos riesgos: de pasarse, y es liviana, o no llegar, y quedar por pacata. Asumo el coste. Pero es avance, y bueno, que desde los diarios -ayer, en éste, escribían de lo mismo dos queridos compañeros- también pensemos en las cosas del quererse con respetico y regocijo y leerlas en voz alta, en las tardes de julio, en sazón de las brevas.

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