La necesidad

Este va a ser el siglo de las fuentes de energía. De estas dependerá el devenir de la humanidad

Comenzaban los años setenta, la década en que cumpliríamos la mayoría de edad; en la que iríamos a la Universidad; nos esperaban los primeros amores; el trabajo que marcaría nuestra profesión futura; y todo era optimismo. El hombre acababa de pisar la Luna, sería cuestión de pocos años que llegásemos a Marte; las enfermedades serían combatidas y vencidas por la ciencia más avanzada desde que la humanidad existía; los coches volarían y todos tendríamos robots que nos harían la vida más fácil. Llamando a nuestra puerta esperaban la democracia, una Europa unida, sin guerras, y una economía que habría de convertirnos a todos en una clase media capaz de vivir sin renunciar a nada. El futuro iba a ser perfecto.

Pero ya ven, los optimistas también se equivocan. A Marte seguimos sin llegar salvo en las películas; la medicina se ha enfrentado con una pandemia capaz de encerrarnos en nuestras casas; los coches ahora son eléctricos, pero los aviones continúan contaminando y en toda Europa la extrema derecha pasea su altanería orgullosa de defender ideas medievales y excluyentes. Y mientras las bombas caen en la región de Donbás, la clase media se las ve y desea a la hora de llegar a fin de mes para poder pagar la factura de la luz, No, no parece que el presente sea tan perfecto como lo esperábamos.

Y el futuro se antoja aún más imperfecto. Este va a ser el siglo de las fuentes de energía y de todo lo que suceda en torno a ellas, dependerá el devenir de la humanidad. No parece haber para todos. Hay países enteros que sin energía están quedándose atrás de manera irremediable; las principales fuentes están en manos de regímenes antidemocráticos y en demasiados casos belicistas. Pero si cuando fuimos jóvenes nos equivocamos por optimistas, ahora corremos el riesgo de hacerlo por pesimistas. Porque las actuales generaciones, a diferencia de la nuestra, no va a tener más remedio que cambiar drásticamente su manera de vivir y consumir. Porque los recursos energéticos fósiles son finitos y su agotamiento se acelera día a día. Además, las emisiones generadas por la combustión de los hidrocarburos aumentan el efecto invernadero y llevan al límite el ya deteriorado equilibrio climático de la Tierra. De ahí que, acuciados por la necesidad, en los próximos años los terrícolas iniciarán un progresivo tránsito hacia nuevos modelos de vida basados en el uso mayoritario de energías renovables. Y entonces todo mejorará. Estoy seguro . Porque lo necesitan. Y eso, la necesidad, es lo que nosotros nunca tuvimos, de ahí nuestro fracaso

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