LA primera vez que Maimónides dejó Córdoba fue para continuar sus estudios de medicina en Toledo. El judío abandonó su ciudad a punto de ser invadida por los almohades, y se instaló en otra ya conquistada por los cristianos. Corrían tiempos de intransigencia intelectual y moral a los dos lados de la siempre difusa y elástica frontera de Al Andalus. A pesar de ello, judíos, musulmanes, cristianos, ateos y paganos se entendían en las mismas lenguas. Compraban y vendían con la misma moneda. Y bailaban las mismas músicas. Como una hermosa taqwasihya con las notas del actual himno de España. La taqwasihya es una pieza instrumental que precede a las estrofas cantadas. Avempace recopiló en el siglo XI una nuba andalusí que comenzaba precisamente con esta taqwasihya. La única cantiga laica de Alfonso X reproduce una frase musical completa de esta introducción musical. Todavía se interpreta esta pieza en el Norte de África en señal de hospitalidad para el recién llegado. Curioso. El himno de España procede de una canción andalusí que jamás tuvo letra.

Maimónides se alojó en casa del que sería su maestro Ibn Ferrizuel, más conocido como Avensole. Vivía muy cerca de un asilo de muerte para miserables. Cuando caía la noche oscura, el maestro enviaba a Maimónidades al pudridero para comprar cadáveres. A cambio de unas monedas y aliviarles la peste, los celadores relajaban la vista y aliviaban su memoria. El muerto atravesaba la calle a lomos de una bestia hasta la casa de Avensole. Y allí, rodeado de velas y luminarias de aceite, se diseccionaba. El maestro tenía abierto sobre la mesa el Ars Parva de Galeno. Un atlas infalible de anatomía humana. Esa noche, el muerto era muerta. Desnuda. Amarilla. Joven. El cuchillo de Avensole la rajó de arriba abajo como un tamal de arroz. Maestro y discípulo cotejaban la disposición de las vísceras con el manual de Galeno. Todo en orden. Había muerto de neumonía. Tras limpiar una capa viscosa sobre el vientre, Maimónides observó que el hígado no se hallaba en el lugar descrito en el libro, que la bolsa del estómago tampoco coincidía en la forma con la sugerida por Galeno, que el nervio del diafragma bullía por error donde no debía estar, y que, para colmo, sólo tenía una matriz en lugar de dos. Avensole sentenció que aquel cadáver estaba mal hecho. Galeno no podía estar equivocado. Maimónides prefirió la verdad de sus ojos a la verdad de los libros. Y regresó a Córdoba.

La Córdoba de hoy está gobernada por Avensoles. Nuestra sociedad en general. Incluido el pueblo. Me duele decir que la masa de gobernantes y gobernados está compuesta mayoritariamente por Avensoles. Son muy pocos los Maimónides Y cada vez serán menos los ojos que desconfíen de lo que vean o que se atrevan a cuestionarlo. El libro de Galeno es hoy la televisión y lo que en ella digan nuestros gobernantes. Los únicos con derecho a diseccionar al muerto. Los únicos responsables de su muerte mal hecha. Los únicos a lo que puede votarse. Pero todo es mentira. Porque existen otras opciones que no están en el libro. Y los muertos no votan.

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