La moderación como antídoto

Alguno se ha llevado las manos a la cabeza al comprobar que dos de cada tres vascos han votado nacionalista

En plena campaña electoral, circulaba un mensaje por las redes sociales donde se veía una foto de un mitin de Alberto Núñez Feijóo bajo la que se podía leer algo así como "premio al que encuentre un símbolo del PP". Tal era, en efecto, la tierra que había puesto de por medio el exitoso político orensano respecto de la línea dura del Partido en Madrid. En el País Vasco, la situación fue exactamente la contraria, cuando la dirección central decidió prescindir del moderado Alfonso Alonso para poner en su lugar a un histórico como Carlos Irturgáiz, muy pegado a la línea de Aznar y Jaime Mayor. Y si en Galicia el PP ha revalidado por cuarta vez la mayoría absoluta, en las Vascongadas el fracaso ha sido casi absoluto.

Por la izquierda gubernamental, la situación es hasta peor. Podemos es hoy un partido en caída libre, presa de un liderazgo autoritario y errático, sin rastro de la regeneración que decían abanderar. Más bien diríase que se han regenerado a sí mismos, y su gente ha salido huyendo hacia otras alternativas de izquierda… y nacionalista. El voto podemita no ha ido a parar al PSOE, como cabría esperar, sino mayormente al BNG gallego y a Bildu, extensiones de la izquierda radical española. Uno de los fenómenos más interesantes, y peligrosos, de la nueva política es esa fascinación adolescente del votante joven de izquierda por las opciones nacionalistas más extremas, y quizás por eso el sanchismo se ha resignado a perder su papel tradicional de partido hegemónico central para desempeñar una especie de árbitro moderador de todas las fuerzas centrífugas.

Alguno ha hecho la cuenta, y se ha llevado las manos a la cabeza cuando ha podido comprobar que dos de cada tres vascos han votado nacionalista en las elecciones vascas (tres de cada cuatro, si contamos los votos a Podemos), y no queremos ni pensar que pasaría si esas fuerzas se unieran como ha pasado en Cataluña. Afortunadamente, en el PNV pesa más su raigambre de partido católico y foral construido sobre la base de su burguesía industrial y financiera y no parece que estén por la labor de atravesar ciertas fronteras, pero ello no quita para tenerlo presente en cualquier estrategia a plantear al medio plazo. Sánchez parece que lo ha entendido, y Casado más vale que se vaya aplicando. Entre otras cosas porque de lo contrario ahí tiene detrás a Feijóo para enseñarle el camino.

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