LOS eurodiputados han sido en esta ocasión más sensibles a las demandas de la sociedad que a las exigencias de sus organizaciones políticas. El Parlamento Europeo rechazó por una amplia mayoría, integrada por diputados de todas las familias ideológicas presentes, la iniciativa impulsada por el Gobierno laborista británico y otros ejecutivos de la Unión para modificar la vigente directiva sobre duración de la jornada laboral -que establece un máximo de 48 horas semanales- y dar paso a la posibilidad de que empresa y trabajador puedan pactar "libremente" la jornada en cada caso, elevando el límite hasta las 65 horas. La votación, que obliga a negociar al Consejo (es decir, a los estados miembros) y a la Comisión Europea un nuevo marco consensuado en los próximos meses, es importante en la medida en que supone una confirmación del modelo laboral europeo y una negativa a adoptar mecanismos de otras economías encaminados a ganar productividad por la vía de recortar los derechos de los trabajadores y despojarles de conquistas sociales incorporadas al Estado del bienestar construido durante décadas. Dicho todo lo cual, es necesario subrayar que en un mundo globalizado y competitivo como el actual hay que buscar instrumentos para que Europa aumente la productividad de su sistema económico, que dista mucho de ser en la actualidad capaz de afrontar el desafío de otras zonas de la economía mundial desarrolladas o emergentes. Sería preciso hacer compatibles la defensa de unos límites que impidan que los asalariados recaigan en condiciones de trabajo semiesclavistas y la aceptación de un marco regulador que permita a determinados colectivos de trabajadores pactar con las empresas acuerdos de jornada y condiciones más allá de los corsés impuestos en cada sector por las cúpulas patronales y sindicales. Aun antes de la grave crisis actual se hacía necesaria una reflexión sobre los márgenes de la negociación colectiva y la cantidad y calidad del trabajo de los europeos (y mucho más, de los españoles en general y de los andaluces en particular). Ahora es imprescindible. Con sosiego y sin radicalismos.

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