Veredas livianas

Noelia Santos

nsgemez@eldiadecordoba.com

La mesita de cristal

Quería escribir de 'René', de la imposible de aprender a crecer frente a lo forzoso que supone hacerlo

Yo quería escribir de René, el rap que Residente nos ha escupido a la cara y que todavía estamos intentando asimilar. Quería analizar lo que le sale al puertorriqueño de las entrañas y de las tristezas. Quería preguntarme si todo lo que cuenta tardó mucho en escribirlo. Quería llegar a la conclusión de que cuando se escribe desde la melancolía las cosas salen mucho más bonitas, más próximas, más trascendentes. Yo quería escribir de René, pero todo el mundo ha escrito de René y lo ha hecho mejor de lo que lo haría.

Aún así, el querer escribir de René y el escuchar René veinte veces seguidas me ha dejado varias cosas claras. De niños somos observación y descubrimiento. Cuando somos chicos somos ausencia de razón, razón que ahora nos agobia más que nos auxilia. Cuando yo era chica era más de un zumo de melocotón en el recreo que de aprender a colorear sin salirme de los bordes. Cuando yo era niña era más de las ganas de quitarme la falda del uniforme que de preguntarme por qué ese uniforme era heredado. De niña era más de las expectativas de que llegara el viernes por la noche para ir a casa de mi abuela Lola, que ya no estaba, con mis tías que de pensar por qué se seguía manteniendo ese encuentro.

Cuando somos pequeños creamos base y cuando nos hacemos mayores no nos acordamos de ella. Yo cuando era pequeña creé base en la parte de atrás del Seat rojo de mi padre, con mi abuelo Antonio en el asiento del copiloto y mi abuela Francisca a mi lado dándome chicles del puesto que sacaba de una bolsa de plástico que tenía en el bolso. Creé base peleándome con mi hermano a cada instante porque yo no quería ver Dragon Ball, pero se veía Dragon Ball.

Cuando somos niños desconocemos que no vamos a saber ser mayores. Y no aprendemos. Yo de mayor reveo Casper y Jumanji y lo hago porque no dejaba de verlas cuando era niña. Y voy a mi casa y repaso por la estantería los libros de El Barco de Vapor que nunca quería que se me acabaran. Y lo hago intentando sentir lo que sentía, pensando en que ojalá solo uno de esos gestos me teletransporte al salón de mi casa, cuando tenía la mesa baja de cristal y me llegaba por debajo de las rodillas. Yo quería escribir de René, de lo imposible de aprender a crecer frente a la forzoso que supone hacerlo. Quería escribir de las ganas de querer volver.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios