El mejor año de nuestras vidas

Para 2022 debemos intentar cambiar a mejor nuestros comportamientos individuales y colectivos

Según Pitágoras, el tiempo es el alma del mundo. A él se atribuyen las primeras sentencias en torno al material más extraño que el hombre ha conocido: el tiempo. Siglos después, hemos avanzando en muchas cosas, pero no en la interpretación de minutos, horas o segundos, y continuamos preguntándonos a qué destino final obedecen , qué significan y si el tiempo es consecuencia nuestra o nosotros de él. Porque todos coincidimos en que nuestros momentos felices pasan volando, y los desgraciados se arrastran pegajosos negándose a pasar al olvido. El pasado se alarga y el futuro casi nunca pasa de ser un anhelo. El presente se convierte en un combate en el que la añoranza se impone por incomparecencia de lo nuevo; y nosotros nos trasformamos en adolescentes tardíos y ancianos prematuros, permanentemente hechos un lío, como escribió Marsé.

Entre la pandemia y la coyuntura económica, la llegada de un nuevo año no acarrea grandes dosis de optimismo. El Covid ha colocado la existencia entre paréntesis y todo parece haberse detenido a la espera de que la vida vuelva a las calles sin mascarilla, ni miedo. No se atisban nuevas oportunidades en el horizonte; las ilusiones andan tímidas y silenciosas; la política, ese espacio común en el que intercambiar ideas para mejorarnos, se ha convertido en un lodazal donde el desparpajo macarra se ha impuesto a lo razonable, y ahora se trata de imponerse al otro más que de tolerarle. Las ventanas están más cerradas; falta aire y luz y estamos entrando en bucle como discos de vinilo rayados. El mundo, que hace poco soñábamos apasionadamente con descubrir viajando, está cerrado e intransitable, parece desgastado y como de segunda mano. De ahí que sea urgente insuflar optimismo a una sociedad cubierta por la niebla oscura del maldito C19. Y no se me ocurre mejor modo que recordando que otra vida es posible, que al igual que los científicos han descubierto el antídoto contra el coronavirus, podemos encontrar la solución a las mediocridades que nos agobian simplemente intentando cambiar a mejor nuestros comportamientos individuales y colectivos y empujando a que el espíritu del tiempo fluya hacia un futuro mejor. Porque simplemente, otra vida mejor es posible. No perdamos el tiempo en disputas tristes, ni en repetir estribillos mil veces tatareados. Cuando dentro de 12 meses acabe el 2022 tenemos que brindar orgullosos por haber vivido el mejor año de nuestras vidas. Porque nosotros somos el alma del tiempo. A por ello. Se puede.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios