La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Otras matanzas de inocentes

Considerar el aborto un derecho que soluciona los embarazos no deseados es un retroceso a la barbarie

Es desagradable e impopular. Supone ir contra la corriente aplastantemente mayoritaria y ser acusado de todas las formas de fanatismo enemigo del progreso y las libertades individuales que puedan existir. Pero, en conciencia, me es imposible callar ante lo que considero un atentado contra cada vida no nacida, concreta y única, a la que se da muerte.

Según las últimas cifras del Ministerio de Sanidad -referidas a 2019 y 2020- cada año se da muerte al mismo número de fetos que víctimas ha provocado la pandemia: 99.149 en 2019 y 88.269 en 2020. De ellos, sólo el 5,85% y el 5,73% fueron practicados por grave riesgo para la vida de la embarazada y sólo el 2,93% y el 3,1% por anomalías del feto incompatibles con la vida. Al 90,9% y el 90,87% de los fetos se les mató sin que existieran causas terapéuticas.

Que una cultura en la que la ciencia ha facilitado asequibles y eficaces métodos anticonceptivos y demostrado el carácter genéticamente único de cada feto, y ha logrado liberarse de las condenas que pesaban sobre las madres solteras y los hijos nacidos fuera del matrimonio, utilice el aborto como un anticonceptivo sin siquiera considerarlo con pesar un mal transitorio que debe regularse hasta que la educación sexual, la responsabilidad individual y el uso de anticonceptivos acaben con los embarazos no deseados, sino celebrándolo como un derecho conquistado, lejos de ser un avance es un retroceso a la barbarie. Que conviene por igual a la derecha y a la izquierda porque es lo que el consumismo -la poderosa no-ideología y forma de vida que las iguala- exige.

El papa Francisco, tan aplaudido por los progresistas cuando habla de explotación o ecología, lo ha llamado un "asesinato" (como hizo el radical izquierdista Pasolini hace medio siglo) afirmando que "todo el mal del mundo, desde las guerras a la cultura del descarte, se podría resumir como un desprecio a la vida", preguntándose: "¿Cómo puede ser terapéutico, civil, o simplemente humano, un acto que suprime la vida inocente e indefensa en su inicio?".

La expresión regressus ad uterum expresaba la búsqueda de refugio. Antiguas culturas enterraban en posición fetal para simbolizar el regreso al útero protector de la madre tierra. Ya no hay refugio seguro. Ni tan siquiera el vientre de la madre. Veintiún siglos después del hecho que hoy se recuerda, la matanza de los inocentes alcanza también a los no nacidos.

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