Manuel Barea

Los mastines de Vox

Un día en la vida

Los dos cerberos de Abascal enseñaron los dientes a un hombre que desde muy joven estuvo amenazado por ETA

17 de enero 2020 - 02:38

Fue anunciar el martes pasado su adiós de la política el presidente del PP de Guipúzcoa y portavoz del partido en el Parlamento vasco, Borja Sémper, y de inmediato Vox soltó a su jauría. Esta vez fueron los mastines Gestoso y Pflüger. Ambos dieron brincos de gozo y soltaron espumarajos. El primero es un ejemplar murciano muy dado a ladrar en el Congreso de los Diputados. Desde su perrera de Twitter bufó contra Sémper, al que deseó con rabia "lo que se merece". El segundo emite sus gruñidos al frente del área de comunicación del partido de ultraderecha. En medio de su satisfacción por la marcha del político vasco expresó su ansia por ver cuanto antes a Javier Maroto hacer lo mismo. Como responsable de prensa de Vox, quizá fue suya la decisión de vetar durante la campaña electoral a periodistas desafectos o no alineados con el ideario del partido, pues no son más que "activistas disfrazados". Todo esto sin dejar de aullar sobre la "verdadera libertad", esa que la izquierda, la extrema izquierda, los separatistas, los homosexuales y las feministas "le han robado" a España.

Desde sus muy mullidas mantas, los dos cerberos de Abascal le enseñaron los dientes a un hombre que se apuntó al PP vasco siendo un adolescente y que durante 15 años estuvo amenazado de muerte por los terroristas de ETA. Sémper dice adiós a la política sin ocultar su desencanto. No hay que olvidar que tiene una buena -en todos los sentidos- oferta laboral y profesional, pero esta circunstancia ha sido revelada por él mismo, sin subterfugios de ningún tipo. Y el vasco, que sabe de violencia, de la de verdad, de la que te manda al otro barrio con un tiro en la nuca, no quiere seguir metido en una forma de hacer política, la actual, horadada de "trincheras", muchas de ellas cavadas por Vox y vigiladas por Gestoso y Pflüger y unos cuantos más de sus mastines que le ladrarán todo eso de "buenista" de la "derechita cobarde" y, secundando a su inefable gurú mediático, hasta "maricomplejín". Todo eso a Sémper, que estuvo en la lista negra de ETA en los años de plomo.

Alguien poco sospechoso de izquierdoso como Donald Tusk, presidente del Partido Popular Europeo, dijo a finales del año pasado: "El problema de flirtear con la ultraderecha es que empiezas a pensar igual que ellos". Sémper lo ha tenido claro desde el principio. Quizás a lo lejos haya oído los ladridos, pero él prefiere, mejor a solas, seguir cabalgando.

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