Pasada ya -de momento- la resaca presupuestaria y el tira y afloja sobre si las cuentas del Estado son buenas, malas o peores, ahora toca hablar de infraestructuras, esas que aparecen -o no- negro sobre blanco en los PGE y que dependiendo de quién las exija se lleva a cabo la presión con más o menos vehemencia. Así, esta semana hemos escrito y leído mucho sobre asuntos como el del Metrotrén, el Cercanías del Valle del Guadalquivir o la posible conversión en autovía -o en lo que sea- de la N-432 Badajoz-Córdoba-Granada.

Lo más preocupante para Córdoba y su provincia, a mi modo de ver, es la situación del Cercanías, una actuación que se lleva tiempo reclamando y que parece que a pocos, principalmente a los alcaldes de la zona, les ha interesado. Se daba por hecho que antes o después el Gobierno tendría que pronunciarse sobre la necesidad o no de ese servicio y esa posición ha llegado a modo de informe oficial en el que se dice claramente que no procede, que lo considera inadecuado por la escasa población de la zona afectada o la lejanía de las estaciones de los cascos urbanos, de manera que el corredor ferroviario necesitaría unos 135.000 vecinos más en su entorno para que fuera viable, como adelantó este periódico. Así lo dice el Ineco, una empresa participada por el Ministerio de Fomento, con lo que si se hace caso al informe, la ansiada petición de los municipios afectados se iría al traste.

Si esas son las exigencias y no se cumplen en el caso del Valle del Guadalquivir, pues nada que objetar. Ajo y agua, que se dice popularmente. Pero claro, resulta que esa misma vara de medir no se aplica en todos los territorios, sino que ya hay casos en los que el umbral de esa rentabilidad económica se ha pasado por alto, como ocurre en San Sebastián, Zaragoza o Santander, ciudad por cierto de la que ha sido alcalde el actual titular de la cartera de Fomento, Íñigo de la Serna. Así las cosas, la pregunta es obligada: ¿y por qué en Córdoba no? Pues lisa y llanamente es una cuestión de influencia política -entre otras cosas- y como el peso específico de la provincia en los asuntos ministeriales es la que es (nada o casi nada), pues no quedará más remedio que recurrir al pataleo para revertir la situación. Ese es el diagnóstico y ahora habrá que empezar a hacer otras cosas.

Para el Cercanías, para el Metrotrén -que parece que viene ya, que está a punto, pero nadie todavía lo ha visto- o para el desdoble o conversión en autovía de la N-432 la receta debería ser la misma: ponerse manos a la obra. Es algo tan obvio como escasamente factible, ya que para eso se necesita una virtud que nuestras políticas y políticos no parecen dispuestos a aplicarse, como es la de anteponer las necesidades de la gente a sus intereses, sobre todo electorales. Lo único positivo es que, al final, todas esas demandas se lograrán algún día, por el simple hecho de que son justas. Mientras llegan, seguiremos viendo a la izquierda sacando la pancarta del tren o la N-432 con tal de hacer ruido contra el Gobierno y esconderla cuando se trate de pedirle a la Junta la Autovía a Jaén o la del Olivar. La derecha hace lo mismo, pero a la inversa. Y los ciudadanos, pues paciencia. ¡Qué le vamos a hacer!

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