Editorial

La malsana obsesión por prohibir

La cruzada emprendida por el ministro Garzón contra los productos de bollería, las galletas, los zumos y en general las bebidas azucaradas ha llamado de nuevo la atención por esa obsesión -cada vez más acusada en el seno del Ejecutivo- por prohibir. Lejos de conformarse con una buena y siempre necesaria campaña informativa, como cabría esperar en estos casos, dirigida a los más pequeños para recomendarles una dieta saludable y el consumo responsable de los productos con azúcares añadidos, Garzón ha anunciado una nueva ley que incluso impedirá la publicidad en determinadas franjas horarias de los alimentos y bebidas dirigidos a menores de 16 años en todos los medios tradicionales y on line, incluidas las redes sociales. Este veto, del que inexplicablemente no se salvan ni los helados, podría causar el efecto más perverso y contrario, ya que para que los jóvenes opten por una alimentación saludable, siempre será más rentable apostar por la educación que por la prohibición, que en cualquier caso ha de ser la última alternativa. Sobre todo, si en paralelo se pone en jaque a toda una industria tradicional que abarca desde el dulce y los helados, hasta el chocolate y el azúcar, que genera tantísimo empleo y que cumple escrupulosamente con la normativa sanitaria vigente. Ni las delicias de los conventos han gozado de algo de compasión.

Enseñar a los niños a comer verduras junto a carnes y pescados e invitarles a consumir fruta para completar nuestra dieta mediterránea se antoja una política más eficaz a la hora de luchar contra el exceso de peso entre los niños que la prohibición por decreto. Es mucho más importante convencer con argumentos que acabar con la posibilidad de elegir, puesto que la calidad en la alimentación no tiene por qué estar reñida con un buen pastel de vez en cuando. Y además, son los padres los que tienen la última palabra en la alimentación y la educación de sus hijos y los que, en definitiva, tendrían que saber lo que más les conviene. Algo que no ha de chocar con gozar de la máxima información posible.

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