En el tejado

F.J. Cantador

fcantador@eldiadecordoba.com

Lo malo de ser alcalde

Lo malo de ser alcalde o alcaldesa, si es que hay algo malo en ello, es que se convierte en la diana que recibe un día tras otro dardos envenenados -con razón o sin razón-, unos dardos a los que muchos de nuestros gobernantes siguen sin acostumbrarse a recibir, aunque ello les vaya en el cargo o en el sueldo, según ustedes prefieran. No he descubierto la pólvora con lo que he dicho. Primero, tengan en cuenta aquello que predicaba el exvicepresidente socialista Alfonso Guerra, aquello del "tenemos que conseguir que hablen de nosotros, los que gobernamos, que hablen mal o bien, pero que hablen". Segundo, prepárense a rasgarse las vestiduras si acaban leyendo lo que les voy a argumentar con un ejemplo incluido. Miren, creo que visto con la perspectiva del tiempo, todos los alcaldes, sean del color político que sean, lo hacen más o menos bien si tienen claro que han venido a servir a los ciudadanos y a no servirse de ellos. Voy con el ejemplo prometido en el que me remonto al principio de la era democrática: estoy convencido de que en el caso de mi pueblo, Belalcázar, los cuatro alcaldes que han regido los destinos del Ayuntamiento de esa localidad de Los Pedroches, el socialista Emilio Vigara -entre 1979 y 1983-; Antonio Vigara (IU) -1983-1999 y 2007-2015- Vicente Torrico (PSOE) -1999-2007- y el también socialista Francisco Luis Fernández -2015 hasta nuestros días-, para mí todos llevaron a cabo, con más o menos fortuna o decisiones más o menos acertadas, un buen trabajo al frente del Consistorio, y en el caso de Francisco Luis sigue haciendo ese buen trabajo.

Si alguien se ha rasgado ya las vestiduras porque piense que en alguno de los casos estoy blasfemando, pues peor para él o para ella. Para comprender lo que estoy diciendo hay que despojarse de cualquier tipo de orejera de esas que tan solo, erróneamente, te convencen de que solo quien es afín a tus colores políticos es quien lo hace bien, por lo que hay que demonizar al que es contrario a ellos. Y también hay que despojarse de esa otra mentira que, sobre todo en los pueblos, se ha convertido en una especie de mantra que reza que el alcalde bueno es el que te acaba haciendo favores personales. Lo primero de todo que habría que desterrar de la mente de cada uno es que un Ayuntamiento sea una agencia de contratación que esté obligada a darte trabajo. Es verdad que igual tendrían que haberse volcado en atraer industria, pero ninguno de los cuatro tiene la culpa, por ejemplo, de que su municipio, al igual que muchos otros de los 16 que con Belalcázar componen la comarca de Los Pedroches, se haya visto abocado -por el modelo económico que ha ido imperando en la sociedad- a ser parte de la España vaciada. Que lo podrían haber hecho mejor y que han cometido errores, por su puesto, todo es mejorable en esta vida; lo hicieron lo mejor que supieron. Pero soy de los que piensa que hay que quitarse el sombrero ante quienes llegan a la Alcaldía para servir y no para servirse del pueblo.

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