La (mala) educación

Las urnas pueden proporcionarnos "señorías", que no siempre "señores"

Relacionar -ahora y en este lugar- la cantidad de "actividades", o personas, que vienen resultando negativamente afectadas por la pandemia resulta misión casi imposible: Son muchas, y de un muy variado calado.

No obstante, y a fin de neutralizar los nocivos efectos de la misma, por los responsables de la cosa pública (léase "representantes políticos") se viene adoptando un interminable rosario de medidas destinadas -todas ellas- a evitar los dichos… "efectos". Queda por ver si las dichas… "medidas" han sido "adoptadas" acertadamente o no. Y, para comprobarlo, creemos de utilidad el análisis de un caso concreto, al que recurrimos:

De entre las muchas "actividades" que llevamos a cabo los humanoides, la relativa a la educación de nuestros retoños es, a tenor de nuestros cálculos, la que más espacios ha ocupado -y sigue ocupando- en los distintos medios de comunicación. ¿Razones justificativas de este interés mediático? Unas pocas:

Los dichos gestores de la res pública han tenido la iluminada idea de atribuir al comienzo del curso escolar la condición de inaplazable y a la educación el rango de asignatura propia de chavales. Ni una cosa ni otra.

A juicio de Las Tendillas, la Administración incurre en un doble error que raya en despropósito susceptible de soliviantar los ánimos del más pacífico terrícola: Por una parte, el inicio del curso nunca debió efectuarse. Debió aplazarse por las previsibles razones que estamos viendo (y lo que te rondaré morena). Por otra, la educación no es derecho exclusivo de nuestros escolares, sino que resulta extrapolable a los adultos que lo precisen y que no son pocos. En efecto:

Fue Karl Kraus, quien, en su día, aseveró: "Educación es algo que reciben los más, que muchos transmiten y que pocos tienen". Si la… "educación es algo…/… que pocos tienen" como afirma el insigne escribidor, obligado resulta inferir que son… muchos los… maleducados que campan por sus respetos en nuestras calles. Obviamente, estos pueden ser niños. También adultos. Pero, en ambos supuestos, la mala educación (que tanto abunda) solo podemos combatirla con el concurso de docentes vocacionales. Las urnas pueden proporcionarnos "señorías", que no siempre "señores". Pero no los maestros, que tanto precisamos y a los que tenemos derecho.

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