La vida vista

Félix Ruiz / Cardador /

El mal

ESTADOS UNIDOS sabe bien del profundo fracaso como sociedad que supone una matanza como la ocurrida ayer en la Sandy Hook Elementary School de la ciudad de Newtown, en el estado de Connecticut, que le costó la vida a 27 personas, 20 de ellas niños pequeños de entre cinco y diez años. Las escenas de desolación y dolor, el puñetazo en el estómago y en el alma, volvieron a repetirse y conmovían igual o incluso más que cuando ocurrió el baño de sangre del instituto Columbine en 1997 o cuando, hace cinco años, el estudiante surcoreano de 23 años Ho Seung-Hui se llevó por delante la vida de 32 personas en la Universidad de Virginia Tech. Los antecedentes de casos similares en Estados Unidos son muy extensos -unos 23 en las dos últimas décadas- y algunos de ellos se remontan a periodos ya lejanos como el atentado de Bath, en Michigan, sucedido en 1927 y que supuso la muerte de 45 personas, entre ellas varios menores. Tal lacra, sin embargo, sería impreciso remitirla exclusivamente a Estados Unidos, pues en realidad otros países como Francia, Alemania, Bégica, Japón, China, Argentina o Canadá han sufrido casos similares. Detrás de todos ellos se esconde una mezcla explosiva de causas que nos hablan de sociedades incomunicadas, de gente solitaria, de desesperanza e infelicidad, de deseos insatisfechos y de una muy deficiente atención social y afectiva. Que el mal, la ira y el afán de sangre habitan entre los hombres y que siempre habitarán es algo sabido desde que el mundo es mundo y así es dado que el mal es algo intrínsecamente humano y procede mismamente de nuestra inteligencia y de nuestro espíritu, de la parte oscura que aparece cuando la luz de la esperanza y del equilibro mental, tan inestable, se extinguen. La sed de mal -disculpe Welles el plagio- es uno de los grandes misterios que envuelven al hombre y lo que sorprende en realidad no es tanto el hecho de que el mal aparezca, sino las dificultades de la sociedad para combatirlo, los terribles problemas que tiene la luz humana para imponerse a la terrible oscuridad también humana, una sombra de dolor que destroza vidas y familias para siempre y deja una huella profunda de desconfianza en el propio ser humano que resulta siempre difícil de olvidar.

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