Las madres y el cordero

Estas madres terribles del catalanismo ya han decidido quiénes harán de cordero sacrificial en el aquelarre 'indepe'

Dos distinguidas damas catalanas, doña Ada Colau y doña Elisenda Paluzie, han decidido que esto del CDR y sus actividades extraescolares tiene cierta utilidad, digamos, política. Doña Ada Colau, alcaldesa de Barcelona, ha manifestado por boca de su concejal de casco antiguo (Ciutat Vella), don Jordi Rabassa, que, hombre, con todo este follón, igual había que trasladar la comisaría a otro lugar menos molesto. Doña Elisenda, por su parte, como presidenta de la ANC, la revolución de las sonrisas, ha confesado que la persecución y tunda de mossos "hacen visible el conflicto". No sabemos si los mossos, independentistas o no (¿dónde reposará aquel mocito boquirrubio que respondía al nombre de Albert Donaire?), estarán de acuerdo con esta opinión de sus próceres. Sí cabe colegir que, como los nacionales se vayan de Vía Layetana, a los mossos le van a caer aún más golpizas patrióticas, dado que sus únicos defensores, en esta algarada última, han sido las fuerzas de ocupación españolista, o sea, la vieja "madera" de nuestra infancia quinqui.

Yendo al asunto, parece que estas madres terribles del catalanismo ya han decidido quiénes harán de cordero sacrificial en el aquelarre indepe. Doña Ada, preguntándose concejal mediante, si a estos señores de Vía Layetana no les dará igual ser agredidos un poco más allá, donde no hagan feo y no molesten a los paquistaníes con katana. Y doña Elisenda, catalanidad florida, mártir con laca, acaso esté pensando en tundir mossos a horario fijo, para que en las cancillerías de Europa vean que los nacionalistas son gente puntual y seria que persigue a su policía con orden y eficacia. ¿Y qué hay de don Quim Torra, racista probo y desacomplejado, que investiga a su policía por defenderse de esa muchachada un poco miserable, un poco histérica, un poco ruin y dominguera que los hostiga?

Comprendemos las preocupaciones y cautelas del señor Marlaska para que ahí fuera no piensen que somos un país de bárbaros (viendo a la estudiantina post-Pujol es difícil no pensarlo). Pero de ahí a cumplir los designios de doña Colau y doña Elisenda hay un enorme trecho que jamás debe andarse. Parece que estas jóvenes criaturas quieren desgraciar a un policía por un simple prurito de curiosidad científica: para ver qué pasa cuando muere un pobre. De modo que en las manos del señor Marlaska está que las madres terribles no acaben defenestrando a sus hijos. Desde aquí rogamos al señor ministro que no los desampare. Sea usted, don Fernando, verdadera y honestamente Grande.

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