MIENTRAS peor tratamos a los humanos más humanizamos a los animales. En una calle de Sevilla cercana a la catedral, una pareja de grajos seguidores de Hitchkock se dedicó a graznar y revolotear sobre los transeúntes que pasaban cerca del nido de sus polluelos -que había caído al suelo-, sin duda, para protegerlos de una improbable agresión. Un policía local acabó retirando el nido mientras otros agentes le cubrían las espaldas haciendo aspavientos y enarbolando sus porras para ahuyentar a los atribulados padres de las criaturas. Como si estuvieran deteniendo a un delincuente.

Yo creía estar curado de espanto en relación con la humanización de los animales cuando ví en el despacho de una alta autoridad de Andalucía una fotografía dedicada de dos linces ibéricos beneficiarios del programa de conservación de la especie puesto en marcha por la Junta de Andalucía. ¿Qué tiene eso de raro? Pues que la foto iba firmada... por los linces. "Gracias por salvarnos la vida", decía la dedicatoria de los dos hermosísimos ejemplares de felino agradecido a la autoridad benefactora, ideada seguramente por algún imaginativo colaborador de ésta.

Pero la realidad se supera a sí misma. Ahora otro lince, de nombre Bandolero, se ha escapado del centro de cría en cautividad de Santa Elena (Jaén), saltando la valla que lo aprisionaba, y lleva más de tres semanas de fugitivo, sin que los técnicos de Medio Ambiente ni la población de la comarca hayan logrado encontrarlo y devolverlo a la jaula que era a la vez su cárcel y su garantía de supervivencia. Bandolero no quiere ser cautivo, sino libre. Claro, con ese nombre...

Por la movilización que se ha hecho en la zona parece como si Bandolero no fuera un animal fugitivo, sino El Fugitivo de la serie en persona. El dispositivo de búsqueda cuenta con un sistema de fototrampeo alrededor del centro, se han sucedido las llamadas de vecinos asegurando haberlo visto, se han seguido todas estas pistas sin resultado y hay la misma psicosis general que cuando desaparece un adolescente. Estamos a medio minuto de que aparezcan por allí las cámaras de televisión y los tertulianos del corazón debatan si Bandolero ha huido porque está enamorado o ha contratado a un guardaespaldas -de la Junta, naturalmente- para preservar su intimidad del acoso de los paparazzi.

Ni los menores maltratados ni las mujeres agredidas por sus parejas pueden soñar con que se les trate con la dedicación, el mimo y los desvelos con que tratamos a los linces. Animales preciosos, por supuesto, pero vagos y señoritos: en vez de adaptarse a los cambios, como los demás animales, prefieren que la Junta, el Ministerio y Europa los cuiden y alimenten. Y se movilicen cuando huyen.

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