Las dos orillas

José Joaquín León

La libertad de la Iglesia

NINGUNA manifestación organizada en los últimos años en España ha tenido una reacción tan visceral como la que hay contra los obispos que participaron en la convocatoria "en defensa de la familia cristiana". A partir de ahí, y tras la intervención del Papa, que ha defendido en sus últimos discursos la familia entendida al modo tradicional, se ha deducido que la Iglesia quiere acabar con el Gobierno del PSOE, a pesar de que esa manifestación no fue como las de los ayatolás cuando se cepillaron al Sha.

Se ha empleado una lamentable intolerancia para acusar a esos obispos de ser intolerantes. Se ha olvidado la libertad de expresión para acusarlos de totalitarios. Personalmente, considero que la estrategia utilizada por un sector de la Iglesia española no es afortunada, y pueden conseguir lo contrario de lo que buscan. Pero, aun así, es legítimo que digan lo que les da la gana. Si aquí se manifiestan hasta los pro etarras, ¿qué hay de malo en que lo hagan algunos obispos? Sin olvidar que acudieron decenas de miles de ciudadanos que no estaban ordenados.

También es normal que defiendan sus ideas. El PSOE, como el PP, IU, el PNV o cualquier partido, aspira a gobernar para llevar adelante sus ideas. La Iglesia católica no se presenta a las elecciones, luego no puede gobernar, sino influir en la sociedad, que es lo que intentan las confesiones religiosas. Es coherente con la doctrina de la Iglesia que sólo se considere como matrimonio a la unión de un hombre y una mujer. Así se hace en la gran mayoría de las democracias del mundo, algunas con más historia y participación que la española. Por supuesto, para quien no sea católico, es legítimo que defiendan la unión legalizada entre dos hombres o dos mujeres, como lo podría ser entre un hombre y dos mujeres, o una mujer y dos hombres. También hay casos.

En una democracia, casi todo es opinable y se puede defender siempre que no se recurra a la violencia. Por eso, me parece impresentable que cada vez que la jerarquía eclesiástica protesta aparezca el fantasma de la financiación. ¿Acaso el Gobierno paga para que se callen? En el caso del IRPF, las aportaciones a la Iglesia se deben marcar expresamente, por lo que proceden de católicos o simpatizantes, mientras que también cobran "otras organizaciones" que la mayoría de los contribuyentes no saben cuáles son. Es decir, que el dinero de la Iglesia, mayormente, no viene del bolsillo de Pepiño Blanco y sus amigos. Yo soy partidario de que se autofinancie la Iglesia. Pero también deberían autofinanciarse -con sus militantes y miembros- los partidos, los sindicatos, los empresarios y decenas de organizaciones que asimismo chupan de la gran teta del Estado, sin que nadie se lo eche en cara para que se callen.

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