Tomates y calabazas

Lourdes Chaparro

lchaparro@eldiadecordoba.com

El lazo naranja

La educación pública y la concertada han ido de la mano durante muchos años y no ha habido problemas

La educación concertada se ha decantado por el naranja como color representativo para mostrar su rechazo a la que será una nueva ley educativa en España. Una norma que llega, como la gran mayoría, con un gran rechazo. En esta reforma que se ha sacado de la manga la ministra de Educación, Isabel Celaá, para eliminar cualquier rastro de la anterior y de la anterior, la concertada es la gran perjudicada. Y es así por la forma en la que se ha tramitado, en mitad de una pandemia como la actual, y sin contar con el profesorado, que es el que finalmente se encarga de impartir la docencia.

Andan estos días en la concertada manos a la obra con movilizaciones, protestas, recogida de firmas, lazos naranja e intentando presentar su más que entendible repudio a esta ley que, además, hace que el castellano deje de ser lengua vehicular en España. Es decir, que con su aprobación se pretende hacer casi imposible estudiar en español, por ejemplo, en Cataluña. Tal cual. Se llama concesión a mis socios, claramente, le pese a quien le pese y lo quiera entender quien quiera. Por muchas veces que se repita o se quiera tergiversar o adecuar, es así, no hace falta darle más vueltas.

La educación pública y la concertada han ido de la mano durante muchos años y no ha habido problema en ello; se han complementado, pero ahora, pues no. Hay que diferenciar a una y otra, llevarla al extremo, no vaya a ser que las familias puedan ejercer el derecho que tienen a elegir libremente el colegio que quieran para sus hijos tal y como recoge la Constitución. Pero claro, luego llega aquel mensaje de Celaá de que los hijos no son de los padres... Libertad sí, pero dentro de lo que yo quiero, es limitarla de manera clara y demuestra que eso de estar abierto y respetar a otras ideas o modelos diferentes nos puede venir demasiado grande a todos.

Que se ha de mejorar y priorizar la calidad de la enseñanza pública es tan básico y necesario como el comer -y es más que necesario de una vez por todas, porque se sigue yendo demasiado tarde-, pero defenestrar a otro modelo educativo sostenido con fondos públicos y que complementa al otro -y lo que venga porque a estas alturas del partido pueden llegar más sorpresas- por imposición, pues no estaría mal que se revisara un poco. Si se quiere, todavía están a tiempo.

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